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Liderar desde el propósito corporativo

Sin liderazgo, no hay empresas. Ya sea grande, pequeña o mediana. Incluso para los trabajadores autónomos hace falta una buena dosis de liderato. Si hasta hace un par de décadas todo era casi predecible, la transformación social, política, tecnológica y económica reciente ha trastocado el manual. Guiar a las organizaciones ha evolucionado de unos procesos sometidos al ‘abecé’ diario y unas estructuras verticales, hacia entornos de trabajo líquidos, aquellos basados en la horizontalidad, flexibilidad e incertidumbre. 

Ante un contexto tan convulso, una palabra se ha colado en el seno de las compañías: el propósito. Cerrar esta era industrial, que nos ha acompañado durante los últimos 200 años, agita todos los conceptos que dábamos por buenos e implica adentrarse en un terreno desconocido. Y esto del propósito no es más que liderar desde una serie de valores sociales, corporativos, comprometidos y determinados con los que involucrar al equipo y a los clientes. No deja de ser la palanca necesaria con la que atender las necesidades de una nueva realidad mundial. 

Guiar a las organizaciones ha evolucionado de unos procesos sometidos al ‘abecé’ diario y unas estructuras verticales, hacia entornos de trabajo líquidos

De acuerdo con el informe Approaching the Future 2022: Tendencias en Reputación y Gestión de Intangibles’, elaborado por Corporate Excellence, el 42,3% de las empresas consultadas afirma estar activamente implicada en la adopción de nuevas formas de liderar, capaces de aportar confianza y compromiso con la sociedad; y de convertirse en motores de transformación y generadores de impacto positivo. Como explica Lluc Guarro, Director de Negocio Digital e Innovación en RocaSalvatella, el propósito no deja de ser el anclaje clave para que las organizaciones cambien y prueben conceptos alternativos. “El propósito da espacio a la innovación”, añade. 

Liderar desde el propósito, cuestión de humanismo e inspiración 

Algunos valores que han de acompañar a este liderazgo los resume en apenas una frase Óscar Fuente, Director y Fundador de la escuela de negocios IEBS: “Humanismo e inspiración. Es la primera persona que se remanga y evita que los problemas lleguen hasta abajo”. El siguiente paso es hilvanar esta serie de valores con la actividad de la compañía. Que todos estén comprometidos con esta visión. Que influyan en el devenir. Que aporten su granito de arena a cambiar el mundo. “Se trata de crear un clima de compromiso, lo que lleva a un mejor servicio hacia el cliente. Y, además, el salario emocional del empleado es muy alto. Siente que hace cosas por los demás, que forma parte de los valores que tenemos”, zanja. 

Un buen puñado de grandes corporaciones han visto cómo la idiosincrasia de las empresas emergentes se ha instalado en el centro de sus valores

Puede que dudemos acerca de cómo enfocarlo. O cómo engarzar la rentabilidad con el propósito, pero no están reñidos. Sin ir más lejos, un buen puñado de grandes corporaciones han visto cómo la idiosincrasia de las empresas emergentes se ha instalado en el centro de sus valores. La flexibilidad, la ausencia de jerarquías, la responsabilidad social, las estructuras líquidas… Una serie de valores que ahora adoptan como propios sin venir previamente en un manual. La realidad empuja hacia aquí. “La cultura de la empresa implica ahora otro tipo de concepciones y propósitos. Hace falta una técnica de ensayo y error. El liderazgo debe comprender estos cambios sistémicos”, argumenta Guarro. 

Conviene no caer en el buenismo 

Liderar desde el propósito

En esta búsqueda o determinación de qué valores orientan los procesos de toma de decisiones no conviene caer en el buenismo. Unos principios rectores claros, por mucho que evolucionen, no implica que los departamentos vivan la cultura corporativa como un espacio de fantasía. Según las conclusiones de un estudio de las consultoras BTS y Watch&Act, un liderazgo eficaz y comprometido con las personas puede llegar a duplicar la rentabilidad de la organización. Al tiempo que avanzamos hacia una sociedad y una economía más centradas en las personas, también las organizaciones están viviendo un proceso de humanización. “Compartirlo con el equipo y que me alimenten de su pasión. Es un círculo virtuoso de éxito. Cada día lo hacemos mejor”, sostiene Fuente. 

Otra de las claves es el talento. Plantear de qué manera los valores contribuyen a retenerlo y a buscarlo. Una característica principal de la nueva economía -la bautizada como ‘gig economy’vive por y para el trabajo por proyectos. Las grandes carreras casan malamente con las expectativas laborales de las generaciones más jóvenes. Y con una trascendencia especial del propósito. Si un empleado siente que sus principios distan de los de la organización, que no crecerá en este entorno, poco tiempo durará en el equipo por brillante que sea su desempeño. Optará por dejar su puesto laboral más pronto que tarde. 

En esta búsqueda o determinación de qué valores orientan los procesos de toma de decisiones no conviene caer en el ‘buenismo’

Fenómenos como la Gran Renuncia de EEUU, donde unos 50 millones de personas abandonaron voluntariamente su trabajo el año pasado -la cifra más alta de su historia-, asoman también en España. Una encuesta de Adecco demuestra que el ambiente laboral pesa un 36% a la hora de tomar la decisión de elegir o rescindir un trabajo, seguido del desarrollo profesional, al que aludió un 25%. “Hablamos de evolución personal. La sociedad necesita crecer y sentirlo de alguna manera. El liderazgo potente es el que al mismo tiempo hace eficiente un proyecto y provoca que un empleado evolucione. El propósito siempre va conectado con el porqué”, expone Guarro. 

Si únicamente nos fijamos en la atracción de talento, uno de los grandes problemas para cualquier compañía, debemos tener presente que nuestra cultura determinará quién venga y quién opte por darnos la espalda. “El talento es autónomo y escoge los proyectos en los que colabora. Esa es la situación actual y cada vez se va acentuar más”, razona Fuente. El conocimiento se ha convertido en una suerte de activo. En una moneda de curso legal válida para todo el mundo. “Necesitas flexibilidad. Necesitas gente que piense más lejos de lo que hace en su día a día. Este liderazgo atrae nuevos recursos y aporta una ventaja competitiva de adaptabilidad al entorno”, puntualiza Guarro. 

Amar a tu equipo, a tu entorno, a tu cliente 

La revisión cultural a la que se somete el tejido empresarial ha venido para quedarse. Ignorarlo implicará quedar fuera de los flujos económicos y colgar el cartel de cerrado antes de lo esperado. Y al frente de los cambios van a estar los líderes. Con una plétora de valores que más pronto que tarde expandirán por todos los departamentos y rincones. El negocio no trata solo de presupuestos, beneficios, ventas y producto. El liderazgo es equiparable a las variables tradicionales de lo que se presupone que es una organización. De ahí que tenga que formarse, evolucionar y adaptarse al contexto reciente. “Ha llegado el momento de amar a tu equipo, a tu entorno y al cliente y todo vendrá solo. Honestidad y credibilidad junto con la verdad son fundamentales. Incluso pedir perdón cuando toque” concluye Fuente. 

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