El año pasado, 500 millones de registros personales fueron robados o perdidos. También se disparó el volumen y la tipología de ciberamenazas, descubriéndose nada menos que 430 millones de nuevas variantes de malware. ¿Tocará algún día techo la ciberdelincuencia?
La mayoría de ataques (más de dos tercios, según algunas estimaciones) son técnicamente muy simples, al alcance de cualquier hacker amateur sin conocimientos de programación.
El sonado ataque a una central nuclear iraní se produjo a través de pen drives infectados y tirados en el aparcamiento de la central, a la espera de que algún empleado incauto cayera en la trampa.
En la actualidad crecen rápidamente los ataques sofisticados dirigidos a objetivos concretos. Los grupos delictivos que hay detrás, en su mayoría, disponen de amplios recursos y de un personal muy cualificado a nivel técnico, que opera con gran eficiencia.
Otro peligro actual es el ransomware, un tipo de código malicioso que secuestra
temporalmente los sistemas de una empresa. Este tipo de ataques se dirigen fundamentalmente a pymes, a las que se ciberextorsiona: sus equipos quedarán cifrados, inservibles, hasta que paguen el rescate.