Nos encontramos inmersos en un complejo contexto geopolítico marcado por la guerra en Ucrania, la tensión en Taiwán y el resurgir del populismo en Latinoamérica. Un escenario en el que el proteccionismo y el nacionalismo han ralentizado el proceso de globalización en favor de los bloques comerciales.
Bloques que se han formado como resultado de unas relaciones comerciales marcadas por la competencia de Estados Unidos, China y Rusia y las consecuencias derivadas de la ruptura de Reino Unido con la Unión Europea. La crisis del coronavirus puso de manifiesto la vulnerabilidad del Viejo Continente en algunos sectores estratégicos y, en ese contexto, es necesario avanzar hacia una mayor autonomía estratégica en materias clave como la salud, la defensa, la industria, los datos, la energía o las infraestructuras críticas.
Hace una década, la UE representaba una cuarta parte del comercio internacional y hoy apenas tiene un peso del 14% a nivel mundial. Así, Bruselas debe continuar con su labor de diplomacia comercial para negociar Tratados de Libre Comercio, un trabajo que permite que las empresas europeas puedan contar con nuevas oportunidades de crecimiento.