El envejecimiento de la población como factor desestabilizador de la economía es una constante dentro de las proyecciones de crecimiento de nuestro país para las próximas décadas. Este reto demográfico, que no es exclusivo de España ya que afecta también a la mayoría de nuestros vecinos europeos, representa un desafío sin precedentes para las empresas que además de tener que adaptar sus productos y servicios deben aprender a gestionar desde el punto de vista de la organización interna.
El número de españoles mayores de 65 años alcanza en estos momentos el 19% de la población española. Un porcentaje que en el caso de comunidades autónomas como el País Vasco, uno de los territorios más envejecidos de España, se eleva hasta el 25%, y que está obligando a las empresas de la zona a implementar planes de contingencia con los que transformar el talento sénior para desarrollar nuevas habilidades y competencias, especialmente en el ámbito digital. Una tarea que se complementa con la puesta en marcha de proyectos con los que atraer y fidelizar a los jóvenes profesionales.
La combinación entre juventud y madurez, según los expertos, ofrece a las empresas que aprenden a gestionar esta diversidad la posibilidad de integrar con éxito en sus procesos de trabajo valores como la experiencia y la ética profesional del talento sénior, y el empuje y la creatividad de los trabajadores con menos trayectoria.