La dimensión internacional de una empresa es el primer objetivo estratégico de crecimiento de una organización consolidada y también del tejido empresarial en el que se integra. El mundo se enfrenta a grandes desafíos y a importantes riesgos que conviene conocer y evaluar para facilitar la inversión directa en proyectos de internacionalización, con especial mención a los que luchan contra el cambio climático.
El crecimiento orgánico de las empresas es una tarea para el medio y largo plazo, que en el caso de los mercados internacionales, supone además un desembolso extra de tesorería. Requiere por tanto de dosis de paciencia adicionales que muchos consejos de dirección no están dispuestos a asumir.
La alternativa en el corto plazo pasa por las operaciones corporativas, pudiendo adquirir a un competidor en el mercado objetivo, generando de manera automática un canal de venta sólido. Y si bien lo habitual es que para estas adquisiciones sea necesaria una importante inversión, cada vez aparecen más ejemplos de soluciones creativas que minimizan la necesidad de capital.