Mientras el mundo avanza a pasos agigantados hacia la incertidumbre y la disrupción, el liderazgo ético se ha convertido en esa constante capaz de arrojar luz y dar sentido al cambio. También en el ámbito de la empresa, donde en pocos años se ha pasado del arquetípico líder de corte autoritario a otro mucho más humano, inclusivo, humilde y generoso. Esta tendencia no solo se nota ya en los máximos órganos de dirección de las organizaciones. En todos los departamentos avanzan y crecen aquellos que, por encima de todo, creen en las personas y en su talento individual y colectivo.
Como promotor del cambio cultural, el área de RRHH debe asumir su protagonismo hacia ese ideal en un entorno de transformación acelerada, donde muchos de los mayores de safíos a los que nos hemos enfrentado en las últimas décadas, como la nueva ola de digitalización o el cambio climático, exigen una respuesta rápida desde el mundo empresarial por medio de sus mejores profesionales.
A partir de aquí, el debate sobre cómo debe ser ese líder ético se pierde muchas veces entre lo deseable y lo recomendable, entre lo ideal y lo ficticio. ¿Qué cualidades debe incorporar el nuevo liderazgo? Según los expertos, ocho son las propiedades que nos ayudarán a identificarlo sin precipitarnos en las falsas expectativas: anticipación e innovación radical, comunicación y transparencia, confianza, ejemplaridad, pensamiento crítico, personalización, sostenibilidad y tecnología.