En solo unos años el intraemprendimiento ha pasado a estar considerado como uno de los mejores mecanismos en la ejecución de las estrategias de innovación dentro de las empresas. Asentado sobre la iniciativa emprendedora de los empleados con más ganas de poner sobre la mesa ideas y proyectos disruptivos más allá del ámbito de sus responsabilidades, supone una asimismo un importante desafío para las organizaciones a la hora de facilitar el desarrollo de propuestas que, en ocasiones, pueden dar como resultado nuevas vías de negocio.
Se estima que aproximadamente el 80% de las grandes empresas ya cuentan con planes específicos para alimentar el intraemprendimiento entre sus trabajadores, los cuales incluyen formación, flexibilidad horaria para poder compaginar proyectos e, incluso, políticas de compensación. Un compendio de buenas prácticas para el estímulo de esta actividad que poco a poco han ido calando entre todo tipo de empresas con independencia de sus sectores de actividad.
La puesta en marcha de proyectos de intraemprendimiento debe entenderse por parte de las empresas como un proceso de acompañamiento a lo largo de tres etapas bien diferenciadas entre sí, la fase más temprana, la intermedia y la avanzada, en las que las necesidades para la consolidación de las iniciativas varían sensiblemente. De esta forma, mientras al principio se hace imprescindible contar con mentores válidos que ayuden a guiar al emprendedor, o definir un modelo de desarrollo consistente, más adelante se vuelve clave configurar la vinculación con los clientes y contar con un plan de lanzamiento bien elaborado.