Se acabaron los directivos encerrados en sus despachos. Hoy en día, el mercado y la propia estructura empresarial nos obligar a salir, a interactuar con nuestros equipos, a ser el reflejo que esperamos de ellos. A todo esto hay que sumar que nos encontramos en un momento de extrema competitividad y ya no basta con ser buenos. Las empresas e instituciones no pueden esperar a que otros sepan quienes son y cómo trabajan. Es su responsabilidad comunicar sus hitos, sus expectativas, sus productos, sus proyectos y sus éxitos.
¿Y quién mejor para generar una gran credibilidad que sus máximos responsables? Pero cuidado, porque exponernos tiene sus riesgos y el principal, es poner en juego el prestigio de la marca y el de la propia persona. ¿Cómo evitarlo? o ¿Cómo conseguir el impacto que esperamos?
Sencillamente, preparándonos para ello, conociendo y practicando las técnicas de la comunicación de éxito. Unas técnicas que empiezan por gestionar el miedo escénico, que continúan por aprender a potenciar una herramienta tan seductora como nuestra propia voz, que nos abrirán los ojos a un mundo tan desconocido y potente como el lenguaje no verbal y que nos guiarán para estructurar un mensaje que deje huella.
Porque comunicar es mucho más que hablar.