En un momento de transformaciones profundas y desafíos globales, la filantropía se abre paso como una herramienta de acción ciudadana cada vez más presente… aunque a menudo pase desapercibida. No es la gran donación millonaria ni el mecenazgo con apellido, sino algo más cotidiano y transversal: ayudar, donar, acompañar, compartir. Filantropía, en definitiva, que no se presenta como tal, pero que sostiene buena parte del equilibrio social.
Así lo refleja el estudio ‘La filantropía en España y Portugal. Actitudes y comportamientos sociales’ impulsado por el Observatorio Social de la Fundación ”la Caixa” junto a la Universidad de Kent, que por primera vez ha medido de forma rigurosa el comportamiento filantrópico en España y Portugal. Uno de sus hallazgos clave: el 90 % de los españoles ha prestado ayuda a personas de su entorno en el último año, y más del 70 % ha colaborado con desconocidos. Son cifras que desdibujan la idea de que la filantropía es un fenómeno reservado a élites económicas o estructuras organizadas.
Donar productos a bancos de alimentos, ceder tiempo o conocimientos, acompañar a vecinos mayores o ayudar con gestiones digitales son prácticas que han adquirido una notable frecuencia. Y, sin embargo, muchas personas no las identifican con el concepto de filantropía. Según el estudio, solo el 60 % de los encuestados dice estar familiarizado con el término, y en sus definiciones predominan palabras como “ayuda”, “generosidad” o “amor”.
Pero más allá de cómo se denomine, lo importante es su impacto. La mayoría de los encuestados ha realizado al menos una de las diez acciones filantrópicas propuestas en el último año, y muchas de ellas con una frecuencia mensual o semanal. La filantropía está, simplemente, ocurriendo. Y lo hace en forma de microgestos sostenidos que, sumados, generan una red social de apoyo.
Entre las áreas que más respaldo reciben destacan la salud, la acción social, el medio ambiente y los derechos humanos. El 59 % de los españoles ha hecho una donación económica en el último año, y una parte creciente de la población también dedica tiempo: casi el 40 % ha realizado tareas de voluntariado, principalmente vinculadas a atención sanitaria o medioambiental.
Una mención especial merece el entusiasmo con el que se apoyan sectores como la investigación científica y los derechos humanos, que en el caso español reciben un apoyo relativamente mayor al de otros países europeos. Este patrón de implicación muestra una ciudadanía no solo generosa, sino también comprometida con causas de largo recorrido.
El informe también sugiere una transformación en la forma de entender la filantropía: ya no solo como un gesto individual o emocional, sino como una contribución estructural al bien común. Frente a la lógica cortoplacista, cada vez más personas y organizaciones apuestan por una acción filantrópica informada, duradera y consciente de su rol complementario al del Estado.
Como apunta la autora principal del estudio, Beth Breeze, “la filantropía no sustituye al gasto público, pero sí permite cubrir necesidades que los gobiernos no pueden o no quieren asumir”. En este sentido, juega un papel clave en momentos de cambio, allí donde se necesitan respuestas rápidas, enfoques experimentales o soluciones flexibles.