Dice un proverbio chino que “cuanto más viejo es el gran árbol, más profundas son sus raíces”. Se trata sin duda de una re exión perfectamente válida y oportuna para el mundo de la empresa, que con los años se convierte en referente de desarrollo y progreso para su entorno, que con el tiempo es capaz de perfeccionar su buen hacer, o de profundizar y transmitir los valores del esfuerzo y de la constancia.
Sin embargo, en el tejido empresarial español la longevidad se puede considerar una excepción. No en vano, según el Directorio General de Empresas (DIRCE) del Instituto Nacional de Estadística, solo el 15% de las empresas activas en España tiene más de 20 años. De hecho, según un estudio sobre “Las empresas españolas y su fecha de constitución” realizado por Informa D&B, utilizando como base el Registro Mercantil, solo hay 41 sociedades en España que mantienen su actividad desde el siglo XIX. Es verdad que si tenemos en cuenta negocios cuya actividad ya existía pero que se constituyeron legalmente algo más tarde o empresas no societarias, ese número puede aumentar considerablemente, pero en todo caso no dejaríamos de hablar de la empresa centenaria como una rara avis en el panorama empresarial español. No hay duda de que hay motivos estructurales y económicos que explican esa alta tasa de mortalidad, desde la dificultad para montar un negocio a los problemas financieros derivados de situaciones de crisis. También, y muchos, errores propios de las empresas y de sus directivos.
Y a todo ello deberíamos añadir seguramente razones culturales, derivadas en algunos casos de una cultura del pelotazo y en otros muchos del mal de la impaciencia y de la visión a corto plazo. Algo que por otra parte no es propio únicamente de España, ya que por ejemplo en EEUU la edad media de las empresas del S&P 500 es hoy en día de unos 15 años, cuando en los años 50 del siglo XX lo era de 61 años. La excepción sería Japón, donde existen más de 20.000 empresas centenarias, y cuyo caso refrendaría la idea del factor cultural.
La longevidad empresarial no es por tanto ni mucho menos fruto de la casualidad, y menos en un entorno que como hemos comentado no parece favorecerla. Forman parte del Foro de Marcas empresas con orígenes centenarios como Osborne, González Byass, Santander, Gas Natural Fenosa, Corte el, Banco Santander, Caixabank, BBVA, Vichy Catalán, Miquel y Costas, Estrella Galicia, Borges, Iberdrola, Santiveri o la propia Freixenet, junto con otras, como Simon, que precisamente celebrarán su centenario este año.
Creo que podemos encontrar en todas ellas visiones, valores y características compartidas, de las cuales me gustaría destacar algunas:
• Una voluntad de permanencia, de trascender, de representar un motor de riqueza y bienestar para la sociedad, superando las adversidades y problemas coyunturales que, con otra mentalidad, podrían suponer el n de la empresa. Existe, por tanto, un compromiso de estas empresas con su sociedad y con su entorno y una capacidad de resiliencia.
• La consistencia y la coherencia, pero también la capacidad de adaptación a un entorno cambiante y por ende a la evolución de las necesidades e intereses de la sociedad. Para ello es clave mantener un constante espíritu innovador, saber combinar tradición y modernidad.
• Haber sido capaces de dotarse de mecanismos eficaces de gobernanza y de resolución de crisis y conflictos.
• Entender que el mundo es nuestro mercado y que debemos reducir la dependencia de un mercado doméstico inevitablemente limitado. Es necesario adaptarse a la globalización como marco real de la actividad empresarial. Esa apuesta por la internacionalización no es un proceso fácil, pero muchas de las empresas centenarias hemos sido también pioneras de ese proceso de expansión internacional, hemos de alguna forma contribuido a marcar un camino que la reciente crisis económica ha demostrado vital. La internacionalización conlleva riesgos, sin duda, y hay que dotarse de los recursos y capacidades adecuadas para afrontarla, pero también contribuye a esa capacidad de adaptación e innovación que mencionábamos y, en definitiva, a hacer la empresa más competitiva y sostenible.
• Estar convencidos de que esa sostenibilidad depende de ser capaces de generar ventajas competitivas y de crear y construir una marca que pueda transmitir ese valor añadido y esa diferenciación. La longevidad de las empresas que se basen en la comercialización de productos y servicios indiferenciados no es ya una excepcionalidad, sino un milagro.
Es evidente que puede haber otros muchos factores y particularidades propias de cada empresa, pero creo que estos cinco puntos son claves y constituyen la base a partir de la cual generar un entorno y una cultura empresarial que en un futuro cercano haga de las empresas centenarias una norma y no una excepción. Mientras tanto, reivindiquemos su papel en nuestra sociedad y extraigamos el jugo de la sabiduría que almacenan sus profundas raíces.