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A pesar de las pandemias acontecidas a lo largo de la historia, la crisis originada por el COVID-19 no tiene precedentes. Las empresas tienen un papel fundamental: a través de su correcta gestión y funcionamiento contribuirán a la recuperación y vuelta a un escenario de nueva normalidad.
A continuación, se aportan un conjunto de recomendaciones para que las organizaciones gestionen estratégicamente la crisis, salgan fortalecidas e incrementen su capacidad de resiliencia.
Toda crisis se desarrolla en tres etapas que la Alta Dirección debe considerar: respuesta, o cómo afrontar la situación inmediata; recuperación, trabajando en circunstancias de contingencia, manteniendo las actividades críticas y buscando nuevas alternativas para operar; y vuelta a la nueva normalidad, aprendiendo de lo sucedido y acometiendo mejoras.
La Alta Dirección debe demostrar liderazgo, adoptar decisiones ágiles y marcar el rumbo de la compañía.
En este marco de emergencia, asume un rol destacado el Comité de Gestión de la Crisis, que debe asegurar la ejecución de las decisiones adoptadas y contemplar tanto el corto plazo como la sostenibilidad de la compañía a medio y largo plazo.
La organización debe salir fortalecida. Para ello, debe detectar oportunidades para implementar mejoras
Otro aspecto relevante, especialmente en la situación de aislamiento actual, es la comunicación. Es aconsejable establecer un mecanismo que permita a la organización mantener la fluidez con sus públicos: empleados, clientes, proveedores y terceras partes.
Para muchos sectores, la crisis del COVID-19 ha sido muy rápida en su evolución. Por ello, es importante anticiparse a la salida de esta situación y plantear distintos escenarios económicos, operativos y financieros, que incluyan planes de acción para la pronta recuperación de la actividad.
La crisis del COVID-19 es principalmente sanitaria, aunque tenga gran impacto social y económico. Por ello, la gran prioridad es la salud de los trabajadores.
Es aconsejable reforzar la educación sobre seguridad sanitaria, establecer directrices contrastadas de autoprotección de los empleados y aumentar la conciencia sobre seguridad y prevención de riesgos.
Es recomendable reforzar la seguridad de los entornos de trabajo mediante limpieza y desinfección, cumpliendo con los requisitos de gestión de la higiene y recomendaciones de las autoridades.
También es positivo facilitar las consultas de los empleados con el experto sanitario de la organización, quien podrá monitorizar su salud.
Una vez superada la crisis, la organización debe salir fortalecida. Para ello, debe detectar oportunidades para implementar mejoras. Esta es la única manera de evolucionar y estar mejor preparados ante futuros escenarios adversos.