En un mundo donde la innovación y la adaptabilidad son claves para el éxito empresarial, las metodologías que impulsan la creatividad y la eficiencia en el desarrollo de productos y servicios son más relevantes que nunca. Entre estas, el Design Thinking se destaca como un enfoque revolucionario que ha transformado la forma en que las organizaciones abordan los problemas complejos y desarrollan soluciones innovadoras. En este post nos sumergiremos en el corazón de esta metodología para descubrir todo sobre el Design Thinking: qué es, cómo funciona y por qué ha ganado tanta popularidad en diversas industrias.
El origen de la metodología Design Thinking se remonta a 1969, cuando el Premio Nobel de Economía, Herbert Simon escribió un libro llamado La ciencia de lo artificial, donde se recogió por primera vez el término Design Thinking. Si bien, no fue hasta el año 2008 cuando el profesor Tim Brown escribió un informe donde desarrollaba esta metodología.
En el mismo se conceptualizaba la metodología con cinco etapas y varias herramientas, centrándose siempre en el usuario. Tras ello Brown creó la empresa IDEO, que actualmente es líder mundial en innovación y, junto a la Universidad de Stanford, hicieron crecer esta metodología centrada en la innovación y la creatividad.
Teniendo presente este origen, el design thinking, o pensamiento de diseño, es una metodología orientada a la generación de soluciones a partir de un reto. Se divide en cinco fases: Empatía, Definición, Ideación, Prototipado y Validación. Una de las características más importantes de esta herramienta es que está plenamente orientada al usuario. Por eso, los productos y servicios generados de forma adecuada a través del Design Thinking aportan valor a las personas.
La puesta en marcha del proceso de Design Thinking se divide en diferentes etapas. Aunque existen variaciones, las que se presentan a continuación parten de la división clásica en cinco fases:
Clave para completar las siguientes etapas. En primer lugar será necesario investigar las necesidades de los usuarios, ponerse en el lugar del otro para entender el problema de primera mano. En esta fase es fundamental saber a qué público nos dirigimos para comprender sus necesidades y cómo afectan a su vida cotidiana. Algunas herramientas que pueden servir de apoyo son la realización de entrevistas, la observación o el Focus Group.
De esta forma identificaremos los deseos y necesidades relevantes para los usuarios o consumidores.
El siguiente paso se trata de analizar las conclusiones extraídas de la primera fase. Se ponen encima de la mesa las observaciones y se definen los problemas centrales que el equipo ha identificado. Esto permite crear hipótesis y posibles soluciones, clasificando aquellas oportunidades que se pueden poner en marcha.
Según Designthinking España, la técnica más habitual en esta parte del proceso es el Clusterizado o Saturar y Agrupar. Una técnica que consiste en el volcado de la información que se ha recopilado en post its. Una vez expuesta, se agrupan los post its de acuerdo al contenido y, por último, se sintetiza la información de cada uno de los grupos. El reto derivado se formula a través de una pregunta que siempre empieza por “Cómo podríamos…”. Por ejemplo: ¿Cómo podríamos mejorar las ventas del equipo de desarrollo de negocio?”.
Pasadas las dos primeras fases, llega el momento de proponer ideas. Una lluvia de ideas que se materializa recogiendo todas las propuestas del equipo por escrito. De esta forma enseguida se detectarán aquellas que sean muy parecidas o poco convenientes.
A partir de las ideas generadas, se procede a una selección y estas se prototipan. En esta fase se dará forma a las ideas que, dependiendo del producto o servicio, será una maqueta, un plano o un dibujo detallado de cómo funcionará.
La función del prototipo es poner en evidencia la viabilidad del producto o lo práctico que puede ser el servicio que se está diseñando. Esto también nos ayudará a mostrar al usuario la solución presentada, que lo pruebe y conocer sus comentarios.
En esta fase el prototipo se abre a todas las consideraciones que se aporten desde fuera del equipo de Design Thinking. Un grupo de personas, conocidas también como evaluadores, que no tiene el mismo contexto y que aportará una visión objetiva.
Aunque esta es la fase final, puede darse la situación de tener que repetir todo el proceso desde el principio. Puede que se detecte un fallo en el análisis, que repercute directamente en el prototipo o algún otro detalle a tener en cuenta. Esta es la base del Desing Thinking, la prueba y error hasta que se encuentre la solución ideal.
En conclusión, Design Thinking se revela como más que una metodología, es una estrategia de competitividad y un catalizador transformador para la resolución de problemas en las organizaciones. Su enfoque centrado en el usuario, la empatía y la iteración continua no solo ofrece soluciones efectivas, sino que también fomenta una cultura de innovación. Adoptar Design Thinking implica abrazar la ambigüedad y ver los desafíos como oportunidades de crecimiento. En un mundo empresarial dinámico, esta mentalidad se convierte en un activo invaluable. Al integrar este enfoque, las organizaciones no solo resuelven problemas, sino que también crean soluciones significativas y se preparan para prosperar en un futuro lleno de incertidumbres y posibilidades inexploradas.
