Nunca antes la velocidad a la que se producen los cambios en la sociedad y en el mundo empresarial había sido tan alta. A poco que mantengamos la mirada sobre lo que está sucediendo en nuestro entorno (cercano o lejano, pues las herramientas de las que disponemos hoy en día no entienden de distancias), podemos observar cómo, a menudo, la adaptación a los cambios llega tarde.
La tecnología, medio y consecuencia de los vertiginosos avances que se están produciendo, está permitiendo llegar donde no llegábamos. Nunca antes se había hecho más real la famosa frase de ToyStory: “hasta el infinito y más allá”. Todo depende de la capacidad de imaginar de quienes están liderando los procesos de cambio.
Hemos cambiado el concepto temporal de ayer, hoy y mañana, de presente, pasado y futuro.
Los ciudadanos cambian. Modifican sus hábitos de vida, sus hábitos de consumo y, con ellos, las empresas deben aprender a comunicarse con los consumidores, a ofrecerles lo que demandan, a anticiparse a sus deseos y necesidades. Las empresas han de estar donde están los consumidores.
Adicionalmente, y más allá de la tecnología, se da otro hecho diferente, y es que en las empresas conviven cinco generaciones, pero que tienen entre ellas unas diferencias más profundas y marcadas que en cualquier otra época: Builders, Boomers, Generación X, Generación Y y Generación Z. Esta diversidad ha de ser tenida en cuenta en la convivencia, no sólo en la sociedad, sino también en la empresa. Trae una mayor complejidad de gestión, pero también una enorme riqueza si se maneja bien.
Por tanto, las empresas deben afrontar, y están ya afrontando, procesos de Transformación, en lo digital y también en lo no digital. La tecnología es un factor común a estos procesos, pero no siempre es el único elemento de éxito o fracaso de la misma. No podemos olvidar que las personas sí son, en realidad, el centro de todos los procesos: como consumidores, como ciudadanos o en su rol de empleados.
APD, HP y Cink, queríamos conocer los retos a los que las empresas se enfrentan en estos procesos de transformación. Y la conclusión es clara, con el factor humano como clave: las empresas tienen dificultades para encontrar el talento que asegure el éxito y, habitualmente, se encuentran con culturas reticentes al cambio. Adicionalmente, los directivos afirman que la tecnología está suficientemente consolidada para estos procesos.
Nos quedamos, por tanto, con dos consecuencias del estudio: es preciso promover un cambio en el sistema educativo (que como bien explica José Antonio Marina, significa mucho más que cambiar sólo el sistema escolar) que asegure la formación adecuada de personas que garanticen el proceso de transformación que la sociedad demanda, y que no nos deje atrás respecto a nuestros competidores, que en este entorno global, cada vez son más.
Y en dicho proceso, es fundamental que la empresa tenga voz y voto. No solo formamos ciudadanos, también formamos trabajadores, emprendedores, políticos…
La segunda consecuencia, es que las empresas deben incorporar a los procesos de transformación, ejerciendo un papel destacado, a los responsables de los RRHH. Con un doble objetivo: que trabajen la cultura empresarial para facilitar el cambio, y que desarrollen un proceso de gestión de la diversidad, que asegure la atracción y el mantenimiento del talento, así como adaptación del talento existente en la empresa y la convivencia de las generaciones que actualmente cohabitan en el mercado laboral.
Debemos ser conscientes de lo que está ocurriendo y de lo que está por venir. Es la única forma de asegurar la toma de decisiones necesarias para garantizar el medio y largo plazo de las organizaciones.