¿Ciencia ficción? No, tecnología
Si asumimos la transformación como una manifestación evolutiva, podemos concluir sin temor a equivocarnos que transformarse implica necesariamente adaptarse. Al menos, en términos biológicos. En la naturaleza existen tres tipos de adaptación evolutiva: la morfológica o estructural (cuando los cactus convirtieron sus hojas en espinas para evitar a los depredadores), la fisiológica o funcional (por ejemplo, la cola del oso hormiguero, que le sirve de abrigo) y la etológica o conductual (los rituales de cortejo de ciertas aves para que prevalezcan los mejores genes en la descendencia).
Y si el ser humano ha pasado de vivir en las cavernas a crear la IA o plantearse la colonización de Marte en menos de 10.000 años es porque ha sido capaz de adaptarse en estos tres niveles evolutivos a la vez en un tiempo récord. Principalmente, gracias a la tecnología.
Desde el dominio del fuego a la invención de la rueda, el ser humano ha evolucionado no solo más que cualquier otra especie del planeta, sino a una velocidad de vértigo. Una adaptación acelerada por la tecnología que supone que en los últimos 100 años hayamos avanzado más que en toda nuestra historia. En la era digital, esta transformación social, económica y cultural se ha vuelto tan exponencial que amenaza con dejar por el camino a quien no sea capaz de adaptarse al nuevo contexto. Incluso las empresas más sólidas del mundo corren el riesgo de quedarse desactualizadas de un año para otro; en estos tiempos, la tecnología se ha convertido en el principal -casi el único- ‘driver’ de esa transformación exponencial.
Como si de un proceso darwiniano se tratara, el mercado premia cada vez más la capacidad de adaptación de las empresas a la era digital: apenas sirve de nada tener una zapatería centenaria en el centro de una gran ciudad si no eres capaz de vender el género online a cualquier otro lugar del mundo. En este ejemplo, el e-commerce sería el canal tecnológico idóneo para hacer negocio; pero en un nivel superior existen una serie de elementos contextuales que de algún modo han obligado a nuestra sociedad a evolucionar. En este caso, la globalización, los modelos de negocio acelerados o la orientación al cliente serían esas razones ulteriores que hacen traccionar canales concretos como el e-commerce.
Hablamos de los atractores, un concepto introducido por Richard Rumelt en su libro ‘Good Strategy Bad Strategy’ (2011) y que se define como «un estado que proporciona un sentido de dirección para la evolución de la industria, que representa una especie de tirón gravitatorio”. En este sentido, identifica 5 grandes atractores en la actualidad: megatendencias tecnológicas, modelos de negocio de ciclo acelerados, orientación al cliente y personotecnia, espacios hiperpersonales y la Agenda 2030. Ninguno de ellos es una tendencia en sí mismo, pero si nos paramos a pensarlo la inmensa mayoría de los avances sociales tienen que ver con uno o varios atractores.
Volviendo al ejemplo inicial, la tecnología ha actuado como el gran atractor de la humanidad desde que el hombre pasó a ser un ser bípedo y desarrolló la función prensil: en este tiempo, se ha erigido en el elemento transversal, la palanca estratégica detrás de todos los avances de nuestra historia.
En el siglo 15, la impresora de Gutenberg cambió el mundo. Hoy, gracias a los avances computacionales, tenemos 20 de ese tipo de disrupciones impactándonos al mismo tiempo
Según Alberto Loureiro, Director Asociado de Altia, «la tecnología está permitiendo avances en progresión geométrica en lugar de aritmética, logrando superar barreras que parecían inalcanzables en un intervalo de tiempo cada vez menor. Ya no debemos hablar de tecnología simplemente como una inversión, o como una mera partida de costes en la cuenta de resultados. Existe ya una simbiosis total entre tecnología y negocio».
Pero, sin duda, el gran salto se ha producido en las últimas tres décadas, a partir del momento en que la digitalización ha ido transformando todos los planos de nuestra existencia, desde la comunicación con nuestros seres queridos hasta el modo en que vemos películas o el modelo de negocio de las empresas. A este proceso evolutivo basado en la tecnología y cada vez más acelerado ya se lo conoce como transformación exponencial.
¿En qué consiste exactamente? En términos matemáticos, la función exponencial surge cuando una cantidad crece o decae a una tasa proporcional a su valor actual. Es decir, que el crecimiento exponencial es aquel que no tiende a ser constante, sino acumulativo. O, en otras palabras, que la evolución se produce sumando no solo los nuevos elementos, sino también los anteriores. Loureiro apunta también que «las empresas que mejor se adapten a entornos cambiantes gracias a las posibilidades que permiten las nuevas tecnologías, serán las que triunfen en un entorno marcado por una revolución tecnológica imparable que hace que estemos obligados a reinventarnos constantemente».
Salim Ismail, fundador de OpenExO y Exo Works, define así la transformación exponencial: “El impacto real de la tecnología no es la disrupción, hemos tratado con ella por siglos. Es la velocidad, la densidad y la impredecibilidad que la disrupción trae. En el siglo 15, la impresora de Gutenberg cambió el mundo. Hoy, gracias a los avances computacionales, tenemos 20 de ese tipo de disrupciones impactándonos al mismo tiempo, incluyendo energía solar, blockchain, IA, biotecnología, carros autónomos, drones y más. Que todos estén pasando al mismo tiempo es único en la historia humana”.
Entrevista a Constantino Fernández, Presidente de Altia
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Del concepto de transformación exponencial que formula Ismail se extraen dos ideas clave: por un lado, que solo mediante una metodología implementada en las entrañas de una organización -ya sea la Kaizen o la Agile- se puede innovar y ser disruptivo; por otro, que las empresas se han visto obligadas a vivir en un estado de permanente innovación, lo que acorta sensiblemente la vigencia de cualquier avance… e inevitablemente conduce a la obsolescencia. Es decir, que cuando se alcanza un hito innovador -o se define un nuevo paradigma en cualquier campo-, ya es el momento de ir pensando en el siguiente que vendrá… y tratar de anticiparse a él.
Este planteamiento ha obligado a que las empresas hayan aumentado también exponencialmente su inversión en I+D en este tiempo: a raíz de la pandemia, tres de cada cuatro empresas han iniciado algún proceso de transformación digital dentro de la compañía, mientras que el 41% de los ejecutivos globales están aumentando el gasto en automatización, según un reciente estudio llevado a cabo por EY. En dicho informe se subraya que el 69% de los líderes empresariales en España había realizado algún tipo de transformación digital en sus empresas como respuesta al Covid-19. Sin embargo, la mayoría, el 61%, afirmaba que aún no se habían aprovechado al máximo los beneficios de esta digitalización.
A raíz de la pandemia, tres de cada cuatro empresas han iniciado algún proceso de transformación digital dentro de la compañía, mientras que el 41% de los ejecutivos globales están aumentando el gasto en automatización
Quizás la clave de esta falta de correlación entre la inversión generalizada en transformación digital y la falta de resultados estribe en que la pandemia provocó una respuesta meramente reactiva en las empresas: esa ficticia zapatería centenaria en el centro de una gran ciudad se vio obligada a repensar su modelo de negocio en tiempo récord y eso derivó en una adaptación tan rápida como inefectiva en el medio y largo plazo. Es decir, que si la única innovación que se introduce está destinada a paliar una situación adversa coyuntural, el problema no se soluciona… ¿Qué pasará con esa zapatería cuando otro canal sustituya al e-commerce tradicional?
Como decíamos, la transformación exponencial provoca que incluso plataformas como Amazon ya corran el riesgo de quedarse obsoletas dentro de unos pocos años. Un ejemplo de rabiosa actualidad: el metaverso ya está preparado para ofrecer canales de compraventa virtuales, hasta el punto de que Walmart, una de las mayores cadenas de supermercados del mundo, haya probado un sistema de compra totalmente inmersivo gracias a unas simples gafas VR y a la tecnología de realidad virtual… ¡y cuenta con este sistema desde 2017!
¿Quiere decir esto que el futuro de cualquier negocio pasa inexorablemente por el metaverso? En absoluto. O, al menos, no necesariamente: a pesar de que diversos estudios apuntan a que el metaverso alcanzará un volumen de negocio de 800.000 millones de dólares en 2024 y que el 70% de las grandes marcas tendrán presencia en el metaverso en los próximos cinco años, aún se trata de un proyecto en estado embrionario. De hecho, ni siquiera se puede hablar aún propiamente de metaverso, pues no existe ningún único contenedor para todas las empresas que ya operan 100% virtualmente.
A pesar de que, según las previsiones, el metaverso alcanzará un volumen de negocio de 800.000 millones de dólares en 2024, aún se trata de un proyecto en estado embrionario
Sin embargo, lo que demuestra el ejemplo del metaverso es la necesidad permanente de reinventarse en un modelo de constante innovación. Es decir, que la adaptación a un contexto de transformación exponencial como el que vivimos no puede ser simplemente reactiva, sino que debe también operar con una mentalidad proactiva. Se trata de un proceso a dos velocidades, lo que significa que una empresa -como cualquier persona- se ve obligada a evolucionar en función de las necesidades coyunturales, pero también pensado en los desafíos a los que se enfrentará en los próximos años.
Y dentro de este proceso de transformación, las organizaciones deben prestar especial atención a la seguridad. Según el directivo de Altia, «la ciberseguridad se nos antoja como un aspecto fundamental para cualquier organización. Ya no solo por la dependencia tecnológica y la confidencialidad de los datos que se encuentran alojados en servidores, tanto en instalaciones propias como en la nube, si no por el complicado escenario geopolítico en el que nos encontramos inmersos en la actualidad».
Como resulta evidente, el principal problema derivado de este modelo de innovación a dos velocidades tiene que ver con la capacidad para invertir en activos tecnológicos o en I+D. Esto supone que ya se esté generando una brecha digital entre empresas: dado que las tecnologías digitales serán una de las opciones más valoradas por las compañías para alcanzar la recuperación tras la pandemia, ya está habiendo una gran diferencia competitiva entre las que están abordando esta cuestión y las que no. En este sentido, resulta clave disponer de mecanismos que permitan eliminar -o, al menos, minimizar- esa brecha digital.
Según el citado informe de EY, esta labor pasa por al menos tres puntos clave. En primer lugar, replantear la infraestructura para apoyar una fuerza laboral distribuida, tanto para hacer frente al teletrabajo puntual como para preparar a una empresa para la progresiva deslocalización del trabajo. En segundo, usar la automatización y las plataformas inteligentes para optimizar la fuerza laboral para las condiciones de crisis y recuperación; es decir, no solo usar la tecnología para paliar un problema actual, sino también para ayudar a prevenir posibles coyunturas futuras.
En opinión de Loureiro, «la aplicación de tecnologías RPA o Inteligencia Artificial suele garantizar un claro retorno de la inversión, ya que el coste de las mismas se recupera rápidamente por los ahorros generados a través de la simplificación y la automatización de los procesos». Por último, acelerar la adopción de la nube: cuanto antes se traslade el modelo de negocio al ‘cloud’ -incluyendo a clientes o proveedores-, se tomarán mejores decisiones, con más datos y más consensuadas que nunca.
La aplicación de tecnologías RPA o IA suele garantizar un claro retorno de la inversión, ya que el coste de las mismas se recupera rápidamente por los ahorros generados a través de la automatización de los procesos
En palabras del experto de Altia, «cada vez son más los servicios y aplicaciones disponibles en la nube y cada vez son más las empresas que sacan provecho de aspectos como la flexibilidad, elasticidad, escalabilidad o versatilidad que convierten esta tecnología cloud en algo indispensable».
En suma, para adaptarnos al futuro debemos usar la tecnología como ‘driver’ para la transformación exponencial del negocio; ser capaces de trabajar a dos velocidades, pensando en el corto y el largo plazo; evolucionar hacia un sistema metodológico que nos permita instalar la innovación como una constante matemática dentro de cada uno de los procesos operativos y estratégicos de la empresa. Y, por supuesto, confiar en el potencial transformador de las personas que conforman la organización.