Uno de los mayores problemas a los que puede enfrentarse una empresa es contar entre su plantilla con empleados tóxicos. En este concepto caben tanto los trabajadores cuyos comportamientos suponen peligros para la compañía –de diferente índole, como puede ser una bajada en la productividad o riesgos de reputación a distinta escala– como los empleados conflictivos que dejan a la vista una personalidad negativa poco deseable.
Poner solución a los casos en los que los trabajadores lastran los objetivos de la empresa o del equipo en el que trabajan es una tarea que, en ocasiones, puede resultar harto complicada para el jefe que deba enmendarla. El buen ambiente en los puestos de trabajo es un tipo de salario emocional difícil de gestionar cuando se interpone en el camino una persona que no colabora en el bien común.
Según la Escuela de Negocios de Harvard, un empleado tóxico en nómina puede costar a la empresa más de 12.000 dólares al año
Según los expertos de The Trispective Group –empresa especializada en la mejora del factor humano de las compañías–, este tipo de perfiles pueden identificarse porque:
Además también se han registrado otros comportamientos que caracterizan a estos trabajadores difíciles:
Como es lógico, contar con empleados tóxicos en la plantilla obstaculiza los progresos de la compañía. Un trabajador que no cumple con sus funciones no colabora en el desarrollo normal de las tareas, entorpeciéndolas o incluso anulándolas si de su función depende la de otros compañeros.
Por esta razón, contar con trabajadores nocivos en la compañía es algo a todo punto indeseable. Según The Trispective Group, las consecuencias más frecuentes para las empresas suelen ser las que se destacan a continuación:
Además de estas consecuencias, los perjuicios económicos también se hacen notar. Según un estudio elaborado en 2015 por la Escuela de Negocios de Harvard, un empleado tóxico en nómina puede costar a la empresa más de 12.000 dólares al año. A pesar de lo elevado que pueda parecer esta cifra, hay informes que la elevan aún más.
Es el caso de la encuesta que se realizó en 2012 a 2.700 compañías registradas en la web de empleos Career Builder. Las conclusiones fueron alarmantes: el 41% de los sondeados calculó las pérdidas que supone un trabajador tóxico en más de 25.000 dólares; mientras que el 25% de los encuestados afirmó que la cuantía podía ascender incluso hasta los 50.000 dólares anuales. Teniendo en cuenta la subida de precios y costes de los últimos años, se deduce que estos cálculos se hayan incrementado –casi con total probabilidad–en 2018.
Para evitar las consecuencias negativas que llevan aparejados los trabajadores nocivos es fundamental que el departamento de Recursos Humanos cuente con una estrategia ante este tipo de casos. Es frecuente que desde estos equipos se realicen contratos de prueba –normalmente, de seis meses– cuando se va a incorporar un nuevo empleado. De esta manera, en caso de detectar comportamientos no deseables, se podría rescindir la relación contractual sin ningún tipo de compensación para el trabajador.
También es positivo que se efectúen evaluaciones continuas que ayuden a identificar potenciales empleados tóxicos. Existen herramientas que permiten al personal de Recursos Humanos detectar comportamientos que puedan derivar en actitudes como las que se han descrito en párrafos anteriores.
En este sentido, Bruce Tulgan –experto en administración de Estados Unidos– mantiene que se debe dejar muy claro lo que es permisible y lo que no dentro de lo organización para poder señalar a los que él denomina como “trabajadores de bajo rendimiento”. “Si no solucionas el problema de bajo rendimiento envías un terrible mensaje al resto de la empresa”, sostiene.
Tienen un rendimiento bajo, les estás pagando y no acatan las órdenes. Eso es insubordinación
Es muy frecuente que no sean identificables para los jefes, ya que la enorme seguridad que tienen en ellos mismos les hace ser trabajadores productivos. De hecho, las personas que no conocen el problema serían incapaces de imaginarse que un compañero tan ‘aplicado’ como el que está en el punto de mira sea perjudicial para la empresa. Por eso hay que tener muy claro que, aunque resulten beneficiosos para la organización a corto plazo, su comportamiento lleva asociado un lastre en el espacio social que terminará por generar una situación de crisis a medio y largo plazo que repercutirá de manera negativa en la compañía. La colaboración de la plantilla es esencial para poder señalar los perfiles indeseables.
Si todos los filtros fallan y no se consigue identificar a los trabajadores nocivos de manera preventiva, llega el momento de pasar a un segundo nivel de actuación. Bruce Tulgan asegura que, durante sus años de experiencia en este tipo de casos, se debe intentar que los empleados tóxicos cambien su manera de actuar dándoles una oportunidad para que mejoren su conducta.
Tulgan aconseja la realización de reuniones periódicas con el empleado difícil en las que su comportamiento se desglose, se monitoree y se mida para, después, evaluarlo correctamente y poder tomar las decisiones adecuadas al respecto. Este experto asegura que, “muchas veces”, el proceder negativo de estos trabajadores difíciles se puede corregir de manera sana. Se propone mantener un diálogo honesto y natural con ellos para que expongan aquellos puntos que crean relevantes, ya que muchas veces los propios implicados no son conscientes de la negatividad asociada a sus acciones.
Si los intentos por mejorar la situación no llegan a buen puerto, a Tulgan no le tiembla la voz para afirmar que lo idóneo en ese momento es el despido. “Tienen un rendimiento bajo, les estás pagando y no acatan las órdenes. Eso es insubordinación”, dice.