Con clientes cada vez más exigentes, consumidores que consultan internet a cualquier hora antes de realizar sus compras y usuarios que aprecian valores asociados con las marcas surge un nuevo concepto, el coaching empresarial.
Esta transformación ha hecho que muchas compañías se sientan desplazadas del sistema ya que, bien por desconocimiento o por falta de recursos, no se han adaptado a las necesidades a las que apunta el siglo XXI. Para solucionar el ‘caos’ que puede provocar tal inadaptación –con consecuencias de diferente gravedad como despidos, pérdidas económicas de distinta índole o, incluso desaparición de la compañía– existen instrumentos que colaboran en el objetivo de su acomodación al mercado.
Uno de los que más fuerza ha cogido en los últimos tiempos es el de coaching empresarial, una metodología que busca aumentar las ventajas conseguidas por la empresa a través de, sobre todo, el incremento del rendimiento personal de los trabajadores. Esta herramienta de optimización engloba el término anglosajón ‘coaching’, una palabra que la Asociación Española de Coaching (ASESCO) define como “entrenamiento personalizado”.
Las empresas que invierten en coaching empresarial para sus directivos obtienen un ROI casi seis veces mayor (5,7%)
Tal declaración es extensible a cualquier tipo de ‘coaching’ y, por ende, también se puede aplicar al empresarial. “El coaching es una disciplina nueva que nos acerca al logro de objetivos permitiendo el desarrollo personal y profesional. Es una competencia que te ayuda a pensar diferente, a mejorar las comunicaciones que mantienes y profundizar en ti mismo”, dice la ASESCO.
La Asociación Española de Coaching también define este entrenamiento personalizado como una “alianza entre coach y cliente, un acuerdo entre las partes, donde se establecen los objetivos a alcanzar, la forma de llevar adelante el programa, la agenda de trabajo y la evaluación de los resultados”. En el caso de las empresas, el cliente sería tanto la propia compañía como sus trabajadores, ya que son ellos los que serán ‘instruidos’ en las nuevas prácticas que mejorarán su situación y empujarán la cooperación colectiva para conseguir los objetivos del negocio.
Esta puesta en común de varios factores es solo un ejemplo de cómo en el coaching empresarial entran en juego múltiples elementos que, combinados, generan la ‘fórmula del éxito’ si se desempeñan correctamente. De hecho, en esta herramienta de ayuda a las empresas tienen cabida tanto los recursos humanos de la organización como el propio desarrollo personal de la plantilla –a mayor satisfacción en el entorno laboral, mejor será la vida privada de los empleados–.
El coaching empresarial debe fijarse unos objetivos determinados sobre los que poder analizar los resultados que se van obteniendo. En esto, la función del ‘coach’ o ‘mentor’ es fundamental: este profesional será quien ejerza de guía a los trabajadores de la empresa en el proceso de coaching empresarial para descubrir sus capacidades, potenciar sus puntos fuertes, aumentar sus niveles de motivación y desarrollar aquellas habilidades en las que se puede mejorar.
“Los beneficios se hacen visibles y tangibles cuando el cliente profundiza en sus situaciones personales, mejora sus relaciones, descubre talentos que tenía escondidos, arranca con nuevas carreras apasionantes, se libran de cosas y lazos que les atan y les impiden progresar tanto en sus vidas personales como profesionales”, comentan desde la página web de la Asocación Española de Coaching.
Entre los objetivos básicos del coaching empresarial aparece la intención de dotar a los empleados con aptitudes positivas y proactivas hacia su puesto de trabajo. De esta manera, una de las primeras ventajas que se harán notar cuando se desarrolla este concepto es una mejora en la gestión de los conflictos internos.
La experiencia del coach será fundamental para identificar los ámbitos sobre los que actuar. Una vez determinados y con una meta concreta fijada, empezará el trabajo de campo con los empleados que puede durar incluso varios meses. Tras un periodo de tiempo que es muy difícil –si no imposible– de predecir, el entrenador habrá conseguido que se mejore la comunicación interna y se optimice el rendimiento laboral.
Todas estas mejoras repercuten en beneficios directos para la empresa, ya que cualquier minuto gastado en solucionar problemas entre los compañeros o en el desarrollo de actividades poco fructíferas supone un minuto menos en la vida efectiva de la compañía. Además, cuanto mayor sea la autoestima y confianza del empleado, mayores serán las opciones de alcanzar a los objetivos.
Los beneficios se hacen visibles y tangibles cuando el cliente profundiza en sus situaciones personales, mejora sus relaciones, descubre talentos que tenía escondidos
El trabajo del coach puede darse por terminado cuando el personal –sea cual sea el departamento al que pertenece– ha aumentado su rendimiento y, además, se encuentra mejor a nivel personal. Todos estos valores son intangibles a corto plazo pero, con el paso del tiempo, en los resultados de la compañía deberían ser notables.
Aunque en un primer momento la contratación del coach supone un desembolso, el retorno sobre la inversión (ROI) es alto. Según una encuesta realizada por la firma Manchester Inc. a 100 ejecutivos –la mayoría incluidos en la lista ‘Fortune 1000’–, las empresas que invierten en coaching empresarial para sus directivos obtienen un ROI casi seis veces mayor (5,7%). Este dato supone que la productividad aumente cerca del 600%.
Utilizar el coaching empresarial también repercute beneficios para el departamento de Recursos Humanos: cuando la satisfacción de la plantilla con su trabajo es alta disminuyen las bajas y los cambios a otras empresas, lo que reduce la rotación de personal y actúa como imán a profesionales y talentos de otras compañías.
Hay veces en las que está justificado que, como modelo para el plan de negocios, el coaching empresarial se dirija a todos los miembros del equipo de una compañía. Sin embargo, en ocasiones es mejor centrarse en cada uno de los diferentes departamentos para lograr la mejora pretendida. Estos son los tipos de coaching empresarial más frecuentes.
Como bien indica su propio nombre, este tipo de entrenamiento se dirige a los altos cargos de la compañía para que mejoren su capacidad de liderazgo y sepan motivar a sus respectivos equipos en la consecución de sus tareas. Tras las sesiones de ‘coaching ejecutivo’, los directivos habrán ampliado sus habilidades de gestión, organización y actuación ante situaciones de crisis.
El coach se centra en hacer que los empleados estén más preparados a la hora de vender el producto o servicio de la empresa, mejorando sus capacidades de escucha activa y de comunicación. Intentará que los participantes mejoren sus destrezas comunicativas y les aconsejará herramientas para optimizar su trabajo. De esta manera, cuando se enfrenten al objetivo de aumentar las ventas, se sentirán más seguros y trasladarán ese positivismo al cliente con el que estén tratando en ese momento.
Este tipo de ‘coaching’ busca que los empleados creen una vinculación casi afectiva con la empresa para la que trabajan. Consolida la visión organizacional de la compañía entre los valores de la plantilla para que se sientan más identificados con ella y pongan en marcha toda su productividad para mejorarla. Al sentir esa especie de ‘apego’ por la marca para la que desempeñan su función también se mejora la sensación de satisfacción entre el equipo, felicidad que llega a reflejarse incluso en su vida personal.