Si la positividad es cuestión de actitud. Nos preguntamos: ¿Tenemos en cuenta las emociones cuando lideramos a nuestros equipos?, ¿Nos preguntamos por el clima emocional de nuestro equipo?, ¿Somos conscientes de nuestro estado emocional? ¿Podemos elegirlo?
Planteamos estas y otras dudas a Carmen Melina Holgado, licenciada en psicología por la UPV, Ex Directora de Negocio de la Escuela Europea de Coaching y ponente principal de la jornada APD ‘Positividad: Cómo generar entornos positivos para mejorar la eficacia personal y de equipo’ que se celebra el próximo 27 de abril en San Sebastián, en la que se analizarán las claves que nos ha aportado el enfoque de la Psicología Positiva aprendiendo además a hacerlas operativas en los entornos de trabajo.
La experta en coaching analiza para APD la importancia de nuestra actitud para generar ambientes laborales positivos y mejorar nuestro propio estado de ánimo a nivel profesional y personal.
Cuando en nuestro trabajo de acompañamiento a los equipos de las organizaciones preguntamos por el ambiente que se respira en una empresa la pregunta casi siempre sorprende. Sorprende, principalmente, porque en la mejora del clima laboral y buscando la satisfacción de las personas se atiende a muchos aspectos – productividad, absentismo, mobiliario, etc, etc.– pero casi nunca se hace referencia alguna a la importancia que los líderes y los directivos de la empresa le conceden al aspecto emocional no solo de los empleados sino también el de ellos mismos. En la rutina laboral las emociones suelen pasar desapercibidas.
No se las concede la suficiente importancia tal vez porque no hemos sido educados para hablar de manera natural de las emociones, de lo que sentimos. Nos cuesta encontrar palabras para describirlas.Pero,¿cuántos problemas podrían solucionarse rápidamente si en las empresas nuestros líderes se ocuparan de la vertiente emocional? ¿Cómo revertir la energía emocional en eficacia? En la actualidad hay numerosos estudios científicos que han demostrado que no hay nada en este mundo que no produzca emoción alguna, o, dicho de otro modo, que no hay acción sin su emoción correspondiente. Sin embargo, en la lógica empresarial este sigue siendo un aspecto bastante desatendido.
Hace ya unos cuantos años el sociólogo Goleman consiguió que se hablase de inteligencia emocional y emociones en la empresa. Este pensador, mundialmente reconocido, planteo aquello de que si estamos de acuerdo con la premisa mayoritariamente aceptada de que el ser humano, tal y como demostró el sociólogo norteamericano y profesor de Harvard Howard Gardner, está dotado de inteligencias múltiples y siendo una de estas la inteligencia emocional, ¿por qué no hablar de ella de una manera específica?
La inteligencia emocional se pueden aprender. De de la misma manera que aprendemos y desarrollamos la inteligencia musical dedicando horas del día a tocar un instrumento cualquiera o analizamos teoremas, ecuaciones y fórmulas para desarrollar nuestra inteligencia matemática, también podemos esforzarnos de un modo cotidiano para desarrollar nuestra capacidad de resolver los problemas relacionados con las propias emociones y también las de los demás, atendiendo siempre, eso sí, a la máxima de que la inteligencia emocional no consiste en ahogar las emociones sino en dirigirlas y equilibrarlas.
Así, podemos aprender a aceptar las emociones, a entender de qué modo nos ayudan, aunque nos incomoden y por tanto diseñar ambientes “positivos“ de trabajo.