Las características de un buen líder se definen por la capacidad que tiene alguien para dirigir, inspirar, conducir e incentivar a otra persona o grupo hasta sus objetivos. Estos objetivos pueden ser de diferente naturaleza. Los más habituales son los deportivos, empresariales o políticos. En función del tipo de grupo que se deba liderar, las capacidades que debe reunir son diferentes, pero en todas ellas existe un nexo común: el líder debe tener la capacidad de actuación necesaria en una situación y ante un colectivo determinado. Delegará y administrará el poder que le entrega el grupo que le secunda.
Un buen líder es capaz de corregir el rumbo sin temor a afrontar los cambios que lleguen. Tiene la capacidad de adaptarse a cualquier circunstancia, por eso reúne las siguientes características.
Sabe transmitir su compromiso con un proyecto y una organización y tiene la capacidad de conseguir que los demás también se comprometan con el proyecto. El líder comprometido es el que contagia su pasión y entusiasmo, hace que todos se sientan partícipes de la consecución de los logros.
Lo más complicado es conseguir el primer seguidor. Es necesario conocer las circunstancias personales del equipo y de esa forma se tiene una mejor capacidad para tomar decisiones.
Para poder inspirar es necesario comunicarse con el equipo. Esta comunicación debe ser bidireccional. Un líder tiene que estar comprometido a escuchar los comentarios, ideas o críticas. Pero también debe saber comunicar tanto la visión propia como la de la organización.
Un gran líder debe conocer a la perfección su campo de actuación y los retos a los que se va a enfrentar a diario. Necesita saber adelantarse a cualquier obstáculo y guiar al equipo aportando soluciones.
Un líder influyente no necesita ser autoritario. Debe saber influir mediante la inspiración, sus valores, carisma y otras cualidades innatas. Todo esto hace que los demás quieran seguirlo; no les hace sentir que deban hacerlo.
Un líder pone la vista en el futuro para anticiparse a los posibles retos, sin olvidar satisfacer las demandas actuales y asegurando una posición futura, estableciendo objetivos alcanzables.
Este factor es clave, porque se deben percibir las necesidades y emociones de los miembros del equipo para poder canalizarlas en favor del proyecto.
Para que un líder inspire confianza debe ganársela con sus actos. Debe actuar con respeto, ética e integridad. Cuando se trabaja en un entorno de confianza, la producción suele ser mayor.
Un buen líder debe ser optimista si quiere conseguir éxito. La capacidad para creer que todo va a salir bien y la motivación interna se trasladan a todos los miembros del equipo.
El esfuerzo y la organización personal son necesarias para saber priorizar lo importante sobre lo urgente. Por otro lado, es necesario implementar un método de trabajo que favorezca la eficacia.
Es necesaria en su justa medida, pero no hay que dejarse llevar y perder el objetivo de vista. Actualmente, se trabaja en entornos muy competitivos y eso hace que la velocidad juegue un papel principal. Muchas veces la ventaja competitiva es la capacidad de reinventarse o improvisar.
Cualquier persona con liderazgo debe marcarse un plazo para alcanzar los retos establecidos.
Los emprendedores que de improviso tienen que trabajar con diferentes equipos gracias al repentino crecimiento de su negocio, o las personas que reúnen las características necesarias para ser líderes en un proyecto de su empresa a menudo tienen la misma pregunta. ¿Cómo ser un buen líder?
A continuación, se exponen una serie de técnicas de aplicación en el entorno familiar y profesional para conseguirlo.
Las palabras se las lleva el viento, pero el ejemplo y la acción tienen la capacidad de arrastrar. Un buen líder se reconoce por sus acciones, no por lo que dice, es leal, extremadamente profesional, puntual y se dedica en cuerpo y alma al proyecto que lidera.
La valentía permite que se puedan enfrentar obstáculos y amenazas para conseguir los objetivos. Es necesario defender lo correcto y actuar acorde a las convicciones propias, aunque eso, en principio, reste popularidad.
La persistencia permite sentir placer al completar las tareas que se inician y la integridad permite hablar con la verdad y siendo totalmente sincero. No se trata de ser pretencioso, sino de asumir la responsabilidad de acciones y sentimientos. Es necesario liderar con energía, emoción y vitalidad, ya que la mentalidad mediocre no lleva a ningún sitio.
Un sistema de comunicación eficiente es fundamental. Para que el equipo sepa lo que se espera de él, se le debe de comunicar. Los retos y objetivos establecidos ofrecen un sistema de retroalimentación y de recompensa.
Como líder, las palabras tienen un mayor peso, por eso deben escogerse con sumo cuidado cuando se vierte una opinión sobre algo, pero en especial si se habla sobre alguien. Los reconocimientos deben darse siempre que se merezcan, pero las críticas deben ser algo muy meditado.
La excelencia empieza por uno mismo. A partir de ese listón, hay que reconocer y corregir de forma equitativa, sin favoritismos ni preferencias en el seno del equipo. Eso podría minar su moral y, por supuesto, la imagen del líder. Las palabras son necesarias para alentar y motivar al equipo, pero lo más importante son las acciones.
Estas son las características de un buen líder y cómo se puede llegar a serlo, pero lo más importante es que un buen líder no solo coordina y dirige, sino que sirve e inspira a todo el equipo.