En un entorno de alta y persistente inflación, ¿cómo debe gestionar el CEO las expectativas retributivas de la plantilla?
Por un lado, están los que se encuentran en la parte más baja de la estructura salarial -los más-, cuyas presiones y demandas se dirigen fundamentalmente a no perder poder adquisitivo, en un contexto en el que la empresa no siempre puede repercutir en precios el incremento del coste de los factores de producción. Cuanto más grande sea la diferencia entre la subida salarial y la inflación, mayor será la insatisfacción y la desmotivación de la mayoría de la plantilla.
Y por otro lado están las pretensiones, igualmente legítimas, de aquellos que se saben decisivos para la cuenta de resultados, normalmente con más experiencia, que mayores ingresos generan, y que están exigiendo mayores salarios, en un entorno de escasez de talento y de creciente rotación de los más cualificados. Este grupo de personas, normalmente directivos de alto nivel, son además los que tejen con el CEO mayores relaciones de confianza y cercanía.
¿Qué debe hacer por tanto el CEO en un contexto en el que no se puede satisfacer a todos, en el que la transparencia retributiva es cada vez más exigida por los stakeholders, y en el que los excesivos diferenciales salariales tienen crecientes riesgos reputacionales?
El equilibrio sin duda no es fácil. Pero cuando las demandas salariales de los que más ganan superan los límites que la prudencia aconseja, cuando ponen en riesgo la reputación de la compañía, o incrementan innecesariamente la tensión con el resto de la plantilla, es cuando quizás el CEO y el Consejo de Administración deben plantarse. Por mucho que los demandantes generen resultados significativos para la compañía.
Retener a los que más ganan no siempre tiene que ver con la retribución monetaria; entra en juego un salario emocional que el CEO debe impulsar y poner en valor.
Y si a pesar de todo, debemos prescindir de los mejores, entonces más nos valdrá haber cuidado el desarrollo del talento interno, para que sea éste el que nos saque del atolladero. Pero eso lleva tiempo, mucho convencimiento, y mucha gestión.
Cuídate mucho,
Enrique Sánchez de León