Incertidumbre as Usual
Amable, sincero, humilde, cercano y con los pies en el suelo. Así se muestra Alex Txikon en la entrevista que le realizamos poco después de haber logrado una gesta inédita, el sueño de cualquier alpinista: alcanzar la cumbre de una de las montañas más altas del planeta. Nacido en Lemoa en el seno de una familia numerosa (es el menor de 13 hermanos, quizá de ahí le venga su pasión por el trabajo en equipo), esto del alpinismo lo lleva en la sangre desde bien pequeñito: subió su primer Monte, el Gorbea, con tan solo 3 años de la mano de su hermano Javi, que fue quien le inculcó el amor por la montaña. Un sentimiento que, con sus días buenos y no tan buenos, mantiene intacto casi 40 años después.
Bueno, es curioso. El 6 de enero fue un día especial, pero más si cabe porque justo coincidió con el 12 aniversario de la muerte de mi padre. Si te soy sincero, no he soñado mil veces con ello. Fue un momento en el que te vuelves a dar cuenta de que estás en los 8.163 metros, es decir, en el punto más elevado del Manaslu, pero tengo bien claro que, a su vez, es el punto más alejado de la cumbre, de la verdadera vida.
Al final, como bien dices, ha sido una consecución de tres expediciones muy distintas y nuestro principal aprendizaje ha sido la constancia, mantener esa tensión. No es presión, es tensión por desempeñar bien tu trabajo y hacer las cosas lo mejor posible. ¿El factor diferencial? Yo creo que ha sido clave haber partido un mes antes de casa. Marchamos el día 24 de noviembre y eso nos dio más tiempo para aclimatarnos. Y por supuesto, aprender de los errores. Hicimos una muy buena estrategia y planificación, y ese es el principal motivo por el cual llegamos a la cumbre.
¡Desde luego! De los errores se aprende tanto en el deporte como en la empresa. Es de donde nacen las nuevas oportunidades, por eso yo siempre digo que no hay que tener miedo a equivocarse.
La capacidad de adaptación es fundamental. Las montañas no se suben solo con buenas piernas y buenos brazos, las montañas se suben con la cabeza. Yo no me monto en un avión y de repente: ¡Empieza la expedición! La expedición nace mucho antes, la expedición nace cuando sientes mariposas en tu estómago, cuando estás preparando la financiación, cuando tratas de ser estratégico para una empresa y para buscar esa financiación. No creo en la suerte, creo en la suerte trabajada. Si hemos trabajado lo suficiente podremos optar a todas aquellas metas que nos hemos marcado. Si aplicamos la ley del mínimo esfuerzo, será mucho más complicado.
Sí, ha sido una de las experiencias más duras, exigentes y peligrosas de toda mi carrera profesional. Salimos con una aclimatación, con una adaptación a la altura muy justa, pero tiramos de oficio. ¿He llegado a pasar MIEDO? No, y te cuento por qué. Desde hace unos años he conseguido aislar mis emociones y sentimientos, y meterlas en una caja fuerte blindada en la cual no existe fisura alguna. Solo de esta manera conseguimos tirar para adelante. Ante situaciones de peligro es fácil que el miedo te paralice, el miedo hace que el pecho se llene y te cansas más rápidamente. Para tratar de evitarlo es importante ir relajado, sin tensión ni presión. Por eso es fundamental dejar a un lado todas las emociones, los sentimientos, aislarte con tu grupo y centrarte en el objetivo: llegar al punto más alto de esa cumbre. Aunque el objetivo esencial y que está por encima de todo es regresar al campo base.
Por supuesto. Al final en el montañismo, al igual que en una empresa, en un colectivo, en un equipo… lo más importante somos las personas. Es más, la base de todo está en que las personas que forman ese equipo sean distintas, que cada una tenga sus peculiaridades y sus formas de trabajar. En la diversidad está la riqueza, tenemos que trabajar mucho eso. Tenemos que trabajar la confianza, trabajar el equipo, trabajar en generar ese clima que después denota esa confianza y ese saber estar. Y eso se consigue solo a base de perseverancia y constancia, a base de duro trabajo. Si no hay trabajo no hay recompensa.
Sin el equipo no somos nada. Es así de simple. Si no hay un equipo detrás de cada expedición, si solo vamos mirando y canalizando todo bajo nuestro propio ego, bajo nuestra ambición de ser los mejores, los más rápidos, haciendo cualquier cosa para llegar a acometer tu meta… entonces todo se torna oscuro, y eso no te lleva a ningún camino.
Es la parte más compleja. A mí emocionalmente lo que más me cuesta son las transiciones, desde que salgo de mi casa hasta que regreso. Pero la transición previa, porque pasas de vivir de manera “acomodada” a vivir la aventura. Cuando te sometes a un cambio, aunque esté motivado por una toma de decisión propia -yo he decidido que en los próximos tres meses nos vamos a pasar el invierno en el Himalaya–, no deja de ser duro emocionalmente. Dejas a un lado el confort, la rutina y la seguridad para embarcarte, una vez más, en una expedición y, al final, acaba siendo costoso en el ámbito emocional, en el físico, y también en el personal.
Probablemente sea el Annapurna en invierno. Aunque te diré que los desafíos no hace falta que sean solo en montañas de 8.000 metros, desafíos y retos nos los planteamos a diario.
Tenemos muchos frentes abiertos y son muchos los desafíos que surgen en cada uno de ellos. Estamos escribiendo un libro del Manaslu, produciendo una película documental en la que estamos poniendo mucha ilusión. Además, trabajamos con diferentes fundaciones, como la Fundación Matia, que nos permite conocer gente maravillosa. No hay nada más gratificante que emplear tu tiempo ayudando a los demás; y no hay nada más gratificante que una de las personas a las que le has dedicado tu tiempo te diga ‘gracias’ o te regale una sonrisa.