La empresa en el siglo XXI seguirá siendo, como lo es desde el comienzo de la primera revolución industrial, la principal fuente de creación de riqueza y de empleo en los países.
La evolución de la empresa en este siglo estará muy condicionada por la permanente revolución tecnológica y por la globalización que afecta de manera muy directa a las empresas de todo el mundo.
Las empresas tienen un ciclo vital como todos los seres vivos: nacen, crecen, se desarrollan y reproducen y mueren. Este es un ciclo casi inexorable. Las más sanas y robustas son las que subsisten. Las empresas que son centenarias actualmente han sido las que han sabido adaptarse a los gigantescos cambios que se han producido en el mundo durante el último siglo. Esa capacidad de adaptación al mercado, al cliente, es la que garantiza la supervivencia.
Son empresas muy eficientes, con poca inversión en activos fijos, con procesos muy aquilatados, personal muy bien formado y un componente de innovación muy elevado.
Probablemente el componente tecnológico, su vocación de universalidad y el ser manejadas por gente muy joven.
La diferencia frente a los enfoques de las empresas creadas hace unas décadas está en considerar el mercado global. Sin empresas que desde su origen están concebidas para ofrecer sus productos y servicios a escala mundial, lo cual implica un enfoque mucho más global con las lógicas consecuencias que ello conlleva.
Mantener siempre el mismo espíritu emprendedor de los primeros años; tener personal motivado, casi diría que entusiasmado con su actividad; mantener los ojos abiertos y atentos a lo que piden los mercados y los clientes y no dejar nunca de innovar teniendo la calidad como primer objetivo.