El éxito de las compañías centenarias radica en que han sabido evolucionar pero sin alterar demasiado sus valores fundacionales, los cuales han sido compartidos por diferentes generaciones de empleados que se han comprometido con ellos y los han sabido transmitir.
Cuando hablamos de empresas centenarias lo primero que se me viene a la cabeza son dos conceptos: aprendizaje y evolución. Este tipo de compañías son aquellas que se orientan más al cliente y al mercado que al producto y al proceso. Saben crecer, evolucionar y aprender de todo lo que les rodea, así como desarrollar relaciones diferentes con distintos grupos de interés. De hecho, uno de sus puntos fuertes es que garantizan la sucesión y el liderazgo en el seno de la empresa.
En nuestro caso, la escuela de negocios ESCP Europe es bicente naria. Cabe recordar que nació en París el mismo año que el Museo del Prado de Madrid abrió sus puertas. Uno de sus mejores ejemplos de ins tinto de supervivencia en el tiempo, así como diferencia ción y de cambio, es su estructura multicampus. Ya no nos sirve estar presentes en un único país, puesto que nuestros clientes –empresas y alumnos– están por todo el mundo.
Si lo comparamos con la evolución de la especie humana, las empresas también experimentan ese “mito del dinosaurio”. No sobreviven si no pueden evolucionar rápidamente. Está en su ADN. Una empresa de estas características solo subsiste si sabe cómo adaptarse rápidamente a los cambios y a nuevos entornos, por lo que tiene que estar permanentemente preparada para ello. Volviendo al paralelismo con los seres vivos, aquellos que mantienen su especie son los que son capaces de realizar modificaciones genéticas rápidamente, ya que ser longevo tampoco garantiza por sí mismo una supervivencia.
Por ello, el éxito de las compañías centenarias radica en que han sabido evolucionar pero sin alterar demasiado sus valores fundacionales, los cuales han sido compartidos por diferentes generaciones de empleados que se han comprometido con ellos y los han sabido transmitir a las siguientes generaciones laborales. Entre ellos, se podrían destacar el compromiso, el amor por el trabajo bien hecho, un aprendizaje permanente, la dimensión ética del trabajo, la generosidad con la empresa, los colegas, los clientes, los proveedores y su entorno social, la motivación y el optimismo, la cohesión y coherencia de equipos, la prudencia en el crecimiento continuo y la cercanía.
Hay que tener en cuenta que todos estos valores han de desarrollarse dentro de un contexto que no siempre les es favorable. Por esta razón, tienen que saber anticiparse, tener una buena visión estratégica y buscar por todas las vías posibles ser diferentes a los demás y hacer las cosas de una manera innovadora.
Si unimos todos estos conceptos –valores, adaptación a cada contexto y evolución constante–, el resultado es el éxito y permanencia de estas compañías. ¿Las claves? Ofrecer calidad, fidelidad y buen trato al cliente, realizar los cambios necesarios que requiere el ritmo de la vida y, por supuesto, saber escuchar y dialogar con su entorno y grupos de interés.