A la empresa española en general le preocupa la diversidad pero no le ocupa. Se considera diversa y, en cierto modo, cree que lo es porque asegura estar trabajando en los distintos aspectos que conforman una organización igualitaria e inclusiva. Especialmente en el caso de género. Y es que ha calado el mensaje clamoroso del mercado que no admite la falta de diversidad en una compañía a la que compra, a la que contrata o en la que podría trabajar. La atracción de talento, la elección de proveedores, la llegada a clientes y nuevos mercados… todo esto se juega una organización a través de su cultura. Así que lo tiene claro: sí, quiere ser diversa.
Pero, ¿es la empresa española realmente diversa? No, no lo es. El estudio “Diversidad e Inclusión: el punto de vista del CEO” demuestra que nuestra clase empresarial tiene un largo camino por recorrer para ser realmente inclusiva. La realidad que refleja su órgano de gobierno y la dirección es una falta de predisposición a una mayor incorporación de la mujer, a personas de distintas nacionalidades y a las nuevas generaciones. La realidad refleja que la empresa trabaja la diversidad e inclusión en su gran mayoría sin un responsable de dicha política, ni presupuesto, ni KPI’s que le permitan medir sus avances.