Uno de los grandes retos a los que se enfrenta la mayoría de las empresas es la gestión del crecimiento de un trabajador dentro de la propia compañía. Desde hace tiempo existe un interés creciente por las ventajas de la formación in company, un modelo que busca, por un lado, retener talento y capacitar a la plantilla, mientras que, por otro, también sirve para ahorrar costes de contratación de personal externo.
En este sentido, la prueba de que ese mayor interés por la formación in company es que en los últimos años ha crecido tanto que, según Infoempleo, alrededor de una de cada tres empresas españolas ya realizaba alguna actividad de este tipo con su plantilla antes de la pandemia. Sin embargo, en el último año parece haberse estancado este aumento, a pesar del importante incremento de demanda de formación tecnológica en este tiempo: nada menos que el 85% de los trabajadores españoles, según el reciente estudio Workforce of the Future, elaborado por Cisco.
Resulta evidente que la transformación digital acelerada por la pandemia ha sido el principal detonante de este interés masivo por el reciclaje de competencias profesionales dentro de la propia empresa. Pero, ¿qué ofrece exactamente la formación in company? En esencia, se trata de un servicio del que tienen derecho a disfrutar los empleados para desarrollarse plenamente, actualizando sus conocimientos para poder desempeñar mejor sus funciones.
Tradicionalmente, cualquier tipo de formación en este sentido era un requisito previo por parte de la empresa a la hora de contratar a un trabajador, mientras que la actualización de conocimientos apenas se asumía como propia; lo más fácil era que el interesado se costease cursos o seminarios ajenos a la compañía. Sin embargo, esa demanda creciente ha puesto de relieve la importancia de la formación in company, con cada vez más empresas especializadas, como es el caso de APD.
La principal ventaja de este tipo de formación enfocada a una empresa concreta es que permite una mayor especialización a la hora de establecer una programación adaptada. Para ello, el proceso suele seguir una serie de pasos medianamente estandarizados.
En primer lugar, resulta indispensable detectar las posibles necesidades de formación de la empresa. En este sentido, las de una empresa dedicada a las tecnologías de la información no serán las mismas que la de una empresa dedicada a la manufactura, del mismo modo que no requerirán del mismo enfoque pedagógico ni será necesario para las mismas personas.
Una vez detectada una necesidad, conviene valorar posibles propuestas y presupuestos. Lo importante en este caso es que se perciba claramente que la inversión en formación merece la pena y que tendrá un previsible retorno a corto y medio plazo.
Después se debe escoger el formato más efectivo. Lo más habitual es estructurarlo en clases presenciales en las que el docente se desplaza hasta el centro de trabajo; sin embargo, a raíz de la pandemia, también es usual ver cursos o formaciones online, semipresenciales o, incluso, al aire libre.
Cada una de las empresas tiene a su disposición un crédito anual definido por la ley en función de los empleados totales y de los que ha percibido ese año en calidad de formación profesional, entre otros. En este sentido, el siguiente paso es calcular de cuánta formación bonificada dispone la compañía.
Por último, cuando las cifras también están claras, se procede al desarrollo de la formación en el formato y condiciones preacordadas, para después aplicar un sistema de evaluación para verificar la progresión en la asimilación de conceptos por parte de la plantilla.
Nunca es tarde para formarse.
De acuerdo, la formación in company está de moda, pero ¿exactamente qué aporta a una empresa? Además de los citados ahorros de costes y mayor adecuación de un empleado a su puesto, existen una serie de ventajas de la formación in company más concretas.
Cuando hablamos de formación personalizada quiere decir que se trata de adaptar los contenidos a la realidad de la marca o empresa. Un plus que ayuda a asimilar los conceptos y los dota de una aplicación práctica.
Además, la formación in company puede ser la mejor manera de fomentar la participación de la plantilla en la empresa, así como su alineación con los objetivos generales.
Por otra parte, se trata de un espacio dentro de la jornada laboral que nos permite compaginar trabajo y tiempo libre, de manera que se pueda disfrutar aprendiendo sin el agobio de una tarea laboral.
Como ya hemos expuesto, una de las grandes ventajas es la posibilidad de rentabilizar esa inversión en formación, ya que permite retener talento, cualificarlo para puestos superiores y no tener que ‘fichar’ fuera de la empresa.
Por todo ello, la formación in company supone una de las grandes apuestas de las compañías en estos momentos, especialmente debido a la altísima demanda derivada de la necesidad de adquirir nuevas competencias digitales por parte de la mayoría de los trabajadores. Ese reciclaje formativo, que en otro tiempo era cosa de terceros, se ha demostrado más efectivo y rentable si se organiza de manera interna.
