Los cinéfilos y amantes de las series de televisión recordarán sin esfuerzo escenas en las que, tras una dura jornada de trabajo, los protagonistas de turno acuden al local más cercano a tomar algo en grupo. Vienen a la cabeza cantidad de escenas, en las que, lejos de irse a casa para olvidarse de la oficina, los personajes terminaban su día en compañía de los mismos compañeros con los que habían compartido horas y horas. ¿Radica ahí la historia del afterwork? ¿Cómo se ha extendido por medio mundo?
Aunque bien es cierto que el celuloide y la televisión contribuyeron a poner de ‘moda’ el término anglosajón, no es un invento extranjero. Dentro de nuestras fronteras las relaciones ‘después del trabajo’ con compañeros de profesión y conocidos del sector, ya existían. Pero con el paso de los años ha evolucionado tanto el término como su puesta en escena.
El afterwork no es solo tomar unas cañas con los compañeros de oficina. Es un concepto que aglutina un compendio de acciones y resultados que los expertos llevan analizando desde hace tiempo. Por el momento, las conclusiones están siendo claras y apuestan por defender el afterwork como un modelo de socialización que fomenta el diálogo y la interacción de los participantes gracias a que la relación se desarrolla en un entorno menos rígido y formal que una oficina – ya que, tradicionalmente, y atendiendo a la propia historia del afterwork, estos encuentros post jornada laboral suelen llevarse a cabo en bares de copas o pubs distintos de los espacios habituales de trabajo–.
Este término anglosajón se va abriendo hueco poco a poco en nuestro país y, según se apuntó en el estudio ‘Afterwork y nuevos hábitos de consumo’ elaborado en 2012, cada vez es más habitual encontrarse a grupos de empresarios y personal administrativo tomándose algo después de trabajar en un local de moda mientras hablan de trabajo –o no– y aún mantienen su ordenador portátil a mano por si hubiera que cerrar alguna tarea de última hora.
Hablan de trabajo –o no– y aún mantienen su ordenador portátil a mano por si hubiera que cerrar alguna tarea de última hora
Este estudio ponía en relieve que más de 10 millones de personas –más de la mitad de los trabajadores registrados en la Encuesta de Población Activa del primer trimestre 2012– iban a beber una copa con sus compañeros de trabajo al terminar su jornada laboral. De esta elevada cantidad de empleados, según los datos presentados, el perfil más repetido es el de un hombre –58,2%– de entre 25 y 50 años que se mueve en una clase social media alta y reside en ciudades de más de 50.000 habitantes.
El networking no es un concepto estanco que solo pueda llevarse a cabo en salas de juntas, centros de conferencias o grandes congresos organizados con meses de antelación. Las relaciones que se desarrollan a nivel profesional también encuentran su espacio en los locales donde acuden los ‘after workers’, término con el que se designa a las personas que dedican parte de su tiempo de después del trabajo a seguir en contacto con sus compañeros.
El afterwork sería otra manera de ampliar la red de contactos profesionales ya que, en esos momentos donde la rigidez de la oficina se deja en segundo plano, se favorece la interacción con personas que no son del propio departamento y que, a su vez, pueden poner en contacto con otros grupos que agranden la bolsa de vínculos laborales.
En España lo practican más de 10 millones de personas. El 58,2% hombres de entre 25 y 50 años de clase media alta residente en ciudades de más de 50.000 habitantes.
La moda del afterwork lleva tiempo instalada en las grandes ciudades que han visto nacer negocios hosteleros pensados para satisfacer una necesidad que parece haber surgido de manera espontánea a nivel internacional. Estos locales, casi sin darse cuenta, se han convertido en un punto de encuentro entre profesionales de distintos sectores. La historia de un concepto cuyo inicio aún está indeterminado que lleva siglos celebrándose, y lo que le queda.