Conseguiremos la diversidad con equipos heterogéneos cuando no sea necesario definir las cuotas ni tengamos que implementar planes específicos para lograrlo. Desgraciadamente, no estamos ante esa realidad.
Lo primero que tenemos que hacer para poder gestionar la diversidad es eliminar los prejuicios, ser capaces de identificar y captar el valor que cada uno puede aportar sin importar género, raza, edad ni condición. Debemos centrarnos en el talento. Debemos realmente valorar el conocimiento, los valores, lo que cada ente puede aportar dentro de la organización y que todo ello nos permita obtener un equipo completo y equilibrado que nos permita competir en el mercado. Potenciar el talento de cada individuo y valorar a cada uno por lo que puede aportar y por lo que aporta.
La diversidad es lo que nos enriquece humanamente y sería un error darle la espalda. En este mundo que avanza tan vertiginosamente rápido perdemos el contacto con nuestra realidad como personas. La diversidad y su gestión forman parte de la Responsabilidad Social, y empieza por nosotros mismos. Debemos proyectarla hacia el exterior. Hacia nuestra sociedad. Hacia nuestro entorno. Hacia el espacio en el que nos desarrollamos, para el que trabajamos y del que pretendemos obtener los resultados que buscamos. Pero no solamente porque sea ahora uno de los objetivos empresariales a cubrir, sino por puro convencimiento y como uno de los fundamentos de nuestra sociedad.
