Hoy quisiera que reflexionáramos sobre una dinámica ciertamente perversa que se ha extendido en nuestras conversaciones: me refiero al uso del «zasca» como recurso dialéctico. Un elemento muy común en redes sociales que ha ido extendiéndose a tertulias, y que incluso ha llegado a los debates parlamentarios.
Básicamente, un «zasca» es el aplauso a una bofetada verbal. A un cierre brusco y unilateral de una conversación mediante un argumento que funciona como una auténtica sentencia. Hay zascas sutiles e inteligentes, pero también los hay burdos e insultantes.
Recientemente, en 2019, el término entraba en el Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española. A nadie le sorprendió, ya que la propia RAE usa frecuentemente este recurso; entre otras cosas, porque conoce la enorme capacidad que tiene para multiplicar la difusión de tus mensajes.
Es decir, el zasca es una herramienta poderosa, sí. Pero también introduce dinámicas muy perversas en el sano debate que debe producirse en nuestras organizaciones. Genera miedo a la participación, reprime la innovación, y coarta el trabajo en equipo.
Para combatirlo, me quedo con un comentario que leí en redes sociales, en el que, en tono de broma, decía que “es necesario dejar, al menos, cinco minutos desde que aprendes una cosa nueva hasta que señalas a un compañero por no saberlo”. Pues eso: cuidado con los zascas….
Cuídate mucho,
Enrique Sánchez de León