Estamos en tiempos de retribución variable y de bonus. ¿Qué CEO no se ha sentido en esta época del año presionado, manipulado, o con cierto cargo de conciencia, a la hora de concretar el variable de la plantilla?
La retribución variable no es otra cosa que una retribución extraordinaria por la obtención de un resultado extraordinario (no necesariamente económico). Cualquier otra justificación será una dádiva, un complemento, un premio, pero no una retribución ligada a un objetivo.
El problema es que toda retribución variable tiene inevitablemente un componente subjetivo, que es donde se producen los problemas y las tensiones. Por mucho que intentes objetivar el compromiso, el trabajo en equipo, o la iniciativa, siempre hay un margen de discrecionalidad en la evaluación, que está sujeto a interpretaciones.
Y es ahí donde empiezan los mensajes y los intentos de manipulación psicológica: que si yo lo he dado todo, que si me he quedado a muy poquito y si no he llegado ha sido por circunstancias ajenas a mi trabajo, que a éste hay que hacer un esfuerzo porque sino se nos va, que yo soy más antiguo y éste acaba de llegar, etc., etc.
Ya me referí en un post anterior a la soledad del CEO (Querido CEO, no estás solo), y éste es precisamente uno de los ámbitos en los que más se hace patente.
¿Mi consejo? Intentar objetivar el sistema lo más posible. Y en ese mayor o menor margen inevitable de subjetividad, aislarte de las presiones y de los mensajes interesados.
Y aun así nos equivocaremos, porque no somos perfectos, ni vivimos en una urna de cristal. ¿Pero quién ha dicho que el arte de dirigir era una ciencia exacta?
Cuídate mucho,
Enrique Sánchez de León
