Hoy vengo a sacar a la luz una realidad de la que poco se habla. Me refiero al universo de identidades con los que lidiamos diariamente los CEOS. Porque, ¿qué CEO no ha afirmado alguna vez que “¡me paso la mitad de mi tiempo gestionando egos!”? Todos tenemos ego, que no es otra cosa que la capacidad del individuo para percibir la realidad y ser consciente de su propia identidad.
El problema surge cuando el ego se transforma en un “superego” o un ego desproporcionado. Y eso, entre directivos que han llegado a lo más alto de las compañías, suele ser bastante frecuente.
Algún filósofo clásico decía que las personas nos movemos por dos tipos de deseos: el deseo de acumular cosas, y el deseo de reconocimiento. Este último, que inicialmente sólo era exigido por los soldados que iban a la batalla y arriesgaban sus vidas, hoy se ha generalizado en todos los ámbitos de la vida social. Las personas que gritan esa necesidad de reconocimiento externo generan a menudo relaciones complejas con los demás. Y eso, en una empresa moderna, que cada vez depende más del trabajo en equipo y de la colaboración, produce toxicidades difíciles de gestionar.
No hay recetas fáciles para que un CEO pueda gestionar eficazmente los egos de su equipo. Probablemente todo pase por una mezcla de comprensión, de respeto, de humildad, y de mucho liderazgo. ¿Te suena familiar? ¿Qué recomendarías para mejorar la gestión emocional de los egos que te rodean?
Cuídate mucho,
Enrique Sánchez de León
