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Querido CEO

Premiar la lealtad con lealtad, y la deslealtad con distancia

Una micronewsletter de APD
2023-07-24 10:00:00

Cuentan que en una ocasión en que Atila, el Rey de los Hunos, partía a la batalla, puso el cinturón de castidad a su mujer, y le dio la llave a su mejor amigo, al tiempo que le decía: “Si dentro de seis meses no he vuelto, se lo quitas para que pueda casarse con otro hombre”.

El caso es que, a los cinco kilómetros de partir, se le acercó su amigo a todo galope, gritándole: “¡Atila, esta no es la llave!”.

Valga esta divertida anécdota para introducir un tema tan relevante como el de la lealtad en la empresa y en los equipos directivos.

¿Cuántas veces te has preguntado, Querido CEO, si tus directivos son de verdad leales a ti y a la empresa? ¿Y cuántos lo serían en épocas de dificultad?

La lealtad es un valor estrechamente relacionado con la ética y la moral… y con la gratitud. Porque un ingrato tiende a ser desleal, y el desleal a ser ingrato.

Un colaborador leal es confiable (se quedará a tu lado en los momentos más difíciles), honesto (te dirá a la cara su punto de vista, pero sin intentar que cambies de opinión, y no te mentirá), desinteresado (no esperará nada a cambio), generoso (celebrará los triunfos ajenos como si fueran propios), discreto (no proclamará su lealtad a los cuatro vientos), y sobre todo, contagiará energía positiva a su entorno.

A veces se es leal incluso con quien no lo merece o no lo aprecia, porque la lealtad tiene más que ver con uno mismo que con quien tienes enfrente.

Ahora bien, ¿se puede respetar a quien no es leal? ¿Podemos perdonar a un desleal del que esperábamos otros valores?

Si el respeto es la consideración de que algo es íntegro y digno, no parece que la deslealtad sea acreedora de aquel. Y si tienes un corazón tan grande como para perdonarle, lo razonable es no volver a confiar en él.

En cambio, a los leales, prémialos, distínguelos, retribúyelos, porque esos son los que estarán contigo siempre y en cualquier circunstancia.

E incluso, si eso haces, si de algún modo te empeñas en recompensar la lealtad, recuerda aquella historieta atribuida a Jacinto Benavente, según la cual, encontrándose de paseo con un joven discípulo, éste le dice: “Maestro, fulanito anda por ahí hablando mal de usted.” Benavente se detiene, pensativo, y finalmente responde. “¡Pues no recuerdo haberle hecho ningún favor!

 

Cuídate mucho, querido CEO

Enrique Sánchez de León

 

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