El triunfo con 61 años de Carlos Sainz, en el rally Dakar, ha reabierto un cierto debate sobre la correspondencia entre la edad biológica y la edad social, y de rebote una esperanzadora reprobación del llamado “edadismo”, definido como el conjunto de estereotipos, discriminaciones y prejuicios contra personas o grupos de personas, por razones de edad.
Concretamente en las empresas, existe una bastante extendida creencia en que los empleados senior son menos flexibles, más difíciles de formar, más exigentes en su retribución, y suponen además un tapón que impide la progresión del talento emergente.
Estos argumentos en contra del talento senior, sin duda falaces, pero que muchos comparten, están excesivamente incrustados en nuestra cultura empresarial. Hasta tal punto que muchos CEOs, de forma seguramente inconsciente, piensan que el ahorro de costes y la reducción de plantillas debe empezar inexorablemente por los trabajadores de más edad.
Querido CEO, no tengo duda que estás convencido de que la verdadera medida de la empleabilidad de un trabajador, la da la actitud. Pero es que además de no ser ciertas las premisas anteriores, un empleado senior tiene más experiencia, más pensamiento crítico, una inteligencia emocional más madura, una perspectiva más diversa, y además es más fiel y mejor defensor de la marca.
El problema es que, en Occidente, y desde hace aproximadamente un siglo, hemos hecho de la juventud un objeto de culto. Decía Platón que la escala de conocimiento debía seguir la de las edades, y que solo el individuo mayor de 50 años podía contemplar el Bien. Y en Oriente, la filosofía confuciana, hizo que la piedad filial y el respeto a los mayores impregnara la forma de vivir y de sentir de la mayor parte de los países de la zona.
Pero más allá de estas disquisiciones filosóficas, el drama es que nos estamos dando un tiro en el pie. En 2021, había en el mundo 761 millones de persona mayores de 65 años; en 2050 habrá 1.600 millones. Un niño español nacido en 2021 tiene una esperanza de vida de 71 años (25 más que en 1950), y esta longevidad seguirá aumentando en los próximos años.
Por todo lo anterior, lo que no puede ser, querido CEO, es que estemos prejubilando en algunas empresas con cincuenta y pocos años; no puede ser que el criterio para prescindir de un trabajador senior sea el ahorro que se produce al contratar a un junior en su lugar; y sobre todo, lo que no puede ser es que, en la relación personal, profesionalmente, y socialmente, no le tengamos el respeto y la consideración que se debe a una generación que lo ha dado todo para que nosotros pudiéramos estar donde estamos.
Quizás porque ya has llegado a lo más alto de la pirámide empresarial y tienes ya una cierta edad que te permite hacer estas consideraciones con mayor sensibilidad, quizás porque compartes que nuestras sociedades no pueden permitirse el lujo de prescindir de personas mayores con ganas e ilusión de trabajar, quizás porque también piensas que es en las empresas en donde se refuerza y se completa la dignidad de las personas, quizás por todo ello debiéramos revisar nuestros sesgos y dar pasos para acabar con la discriminación por edad.
Un abrazo, y cuídate mucho.
Enrique Sánchez de León
