Has llegado a lo más alto. Después de lo que sin duda ha sido una carrera profesional de hacer las cosas mejor que otros, de noches con menos horas de sueño, de desatender en ocasiones a tu familia y amigos, de descuidar a veces la salud por el trabajo, de tomar también decisiones dolorosas, has conseguido llegar, por méritos propios, donde todo directivo quiere llegar. Eres CEO. Si eso es así, ¿por qué todavía sientes un cierto pudor al decir en sociedad que diriges una empresa? ¿Por qué delante de médicos, profesores, científicos, arquitectos, u otras profesiones aparentemente más valoradas por la sociedad, casi ocultas que diriges una organización cuya naturaleza es la de ganar dinero y retribuir a quien lo arriesga?
Tú, mi querido CEO, creas riqueza, generas empleo, innovas, inviertes, contribuyes con impuestos, te formas y te renuevas permanentemente, asumes riesgos, persigues la mejor calidad, convives con la incertidumbre procurando que los demás se sientan seguros, cuidas el medio ambiente, proteges la diversidad en el puesto de trabajo, te exiges más de lo que exiges a nadie, y últimamente hasta cuidas la salud mental de tu plantilla. ¿Por qué no sientes un legítimo orgullo y lo pregonas a los cuatro vientos, incluso ante los que no quieren oírlo?
¿Qué otra institución tira hoy de la sociedad y forma en los valores del esfuerzo, la meritocracia, la responsabilidad, el respeto, la recompensa aplazada, si no es la empresa que gestionas? Porque no son desde luego, ya no, ni el colegio o la universidad -que cada vez se dedican más a formar y menos a educar-, ni la familia -cada vez más nuclear y con menos tiempo de calidad para compartir-, ni la religión -cada vez con menos adeptos, sobre todo entre los más jóvenes-, ni por supuesto la política -cada vez más alejada de las verdaderas preocupaciones de los ciudadanos-.
Hincha pecho, rebélate contra los que injustamente y sin conocimiento, te acusan de explotador o de especulador. Hazlo sin arrogancia, pero con convicción, con humildad pero con sano orgullo, sin soberbia pero con contundencia, y sé consciente y convéncete que pocos contribuyen tanto como lo haces tú, a la prosperidad y al progreso de tu país.
Cuídate mucho,
Enrique Sánchez de León
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