Sin duda, la pandemia ha puesto a prueba a las organizaciones, sus estructuras y métodos de trabajo. Francesc Torralba, en su libro ‘Vivir en lo esencial’, nos invita a repensar nuestro modo de vida, después de que con la crisis hayamos redescubierto valores como el cuidado, la generosidad, la humildad, la solidaridad, la gratitud o la perseverancia; valores que extrañamente ocupan un lugar relevante en nuestra sociedad, lo que nos debe invitar a pensar cómo vivimos, nos relacionamos, producimos y consumimos, y a imaginar un futuro distinto, a soñar otro mundo posible para nosotros y para las generaciones venideras. Se trata de reordenar prioridades y dar respuestas a la volatilidad del mundo, a la interdependencia global, a la vulnerabilidad, a la hiperaceleración, al cambio constante y a la incertidumbre.
En este nuevo contexto hablamos de sostenibilidad en un sentido amplio, que no es más que poner en el centro a las personas. Y ello obliga a redirigir un sistema económico neoliberal que de forma salvaje impulsa desigualdad y erosiona gravemente la casa de todos, nuestro planeta. En este sentido, son ya muchos los avisos sobre la acumulación de riqueza en pocas manos mientras la gran generalidad da pasos atrás en cuanto a salarios y bienestar, viendo cómo crece el riesgo de pobreza. De igual manera, tenemos avisos dirigidos a recordarnos que solo tenemos un planeta y no tres, que es lo que parece dado el nivel de recursos que estamos gastando.
Son ya muchos los avisos sobre la acumulación de riqueza en pocas manos mientras la gran generalidad da pasos atrás en cuanto a salarios y bienestar
Basta fijarse en el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos de la ONU sobre el Cambio Climático para darnos cuenta de la gravedad de una situación que ya está produciendo efectos muy negativos y que tardarán muchísimo tiempo en desaparecer, y que sin una acción contundente se multiplicarán de forma preocupante. Ante todo ello, somos conscientes de la necesidad de que desde todos los ámbitos aportemos nuestro grano de arena para afrontar con confianza y determinación los cambios que necesitamos, inventando nuevos marcos y yendo al fondo, sin quedarnos en superficialidades.
Desde los puertos de interés general de Baleares sabemos que es imprescindible adjetivar la economía azul como sostenible, tal y como se nos apremia desde las instituciones europeas, y ello pasa por reducir impactos de todas las actividades que la componen y tener como premisa imprescindible que nuestros mares estén sanos.
Esta misión nos obliga a hacer frente sin tapujos, dada la premura de todo ello, a la lucha contra el cambio climático, haciendo frente a sus efectos respecto a nuestras instalaciones de abrigo, como pretendemos llevar a término con el estudio que está realizando la Universidad Politécnica de Cataluña, pero también poniendo la maquinaria en marcha para que no se sigan creando efectos.
Y todo ello sin descuidar la necesaria batalla contra la contaminación del mar y la pérdida de biodiversidad, lo que conlleva apostar por las energías renovables, por la economía circular, por la descarbonización del mar, por la defensa de los recursos naturales y la biodiversidad y, en definitiva, aplicar en todos los ámbitos nuestra estrategia medioambiental.
La transición ecológica nos obliga a la creación de estructuras y planificaciones que garanticen su impulso, con una apuesta imprescindible en la innovación para crear nuevos caminos económicos que promuevan la igualdad y libres de externalidades que ponen en riesgo la salud del planeta y nuestro futuro y el de las generaciones venideras.
Con la mirada puesta en todos estos retos, desde los puertos estamos finalizando un proceso de reflexión que se traducirá en un nuevo plan estratégico que encuentra en la sostenibilidad y la innovación sus ejes básicos. Una visión de futuro inspirada en el objetivo de convertirnos en una empresa pública que, además de cumplir con sus competencias y crear actividad, trabajo y beneficios económicos, persiga la prosperidad social y ambiental, incluya las expectativas de nuestros grupos de interés en los procesos de decisión e incorpore herramientas concretas y eficaces para favorecer la transparencia, el buen gobierno y la ejemplaridad.
La transición ecológica nos obliga a la creación de estructuras y planificaciones que garanticen su impulso, con una apuesta imprescindible en la innovación
En definitiva, un beneficio con propósito para el que es imprescindible la colaboración público-privada, y para ello confiamos en la clusterización de nuestra industria y en la creación de casas del puerto. Edificios, como el Port Centre que ya tenemos en Palma, que tangibilizan nuestra forma de poner a las personas en el centro. Espacios de encuentro para estrechar la relación entre puerto y ciudad, en los que inventar nuevos marcos de actuación, fomentar las sinergias sectoriales y desarrollar iniciativas de divulgación e innovación, pero sobre todo, espacios en los que rendir cuentas, compartir y escuchar.
