Seguro que más de una vez has oído la expresión: “La gente ya no se compromete como antes”.
Toda afirmación formulada a modo de sentencia absoluta además de ser falsa, resulta peligrosa porque contribuye a alimentar esa creciente desconfianza colectiva hacia el ser humano.
Desde los orígenes de todos los tiempos, el ser humano se ha comprometido y lo sigue haciendo actualmente, lo que sucede es que ha cambiado el motivo con lo que se compromete.
Es cierto que hace pocas décadas, nuestros familiares y amigos compraban una casa pensando que allí pasarían los próximos cuarenta años, se casaban para toda la vida o entraban a trabajar en una empresa hasta su jubilación, intentando a ser posible antes de irse facilitar la entrada al mismo trabajo a su progenie.
¿Alguna vez has permanecido en una empresa por no querer dejar de trabajar con las personas de tu equipo a pesar de no estar satisfecho con la organización o con la dirección?
Hoy en día, la gente joven se casa menos, rehace su vida con otra persona si esa relación no le llena lo suficiente, vive de alquiler, cambia de casa, incluso de ciudad o país y desde luego alterna de empresa, y al mismo tiempo se sigue comprometiendo, la pregunta en este caso es ‘¿Con qué?’ o ‘¿Con quién?’
No vamos a detenernos ahora a hacer un análisis sociológico pero sí lo haremos empresarial.
Prácticamente todos los directivos y directivas quieren contar en sus filas con personas comprometidas, pero… ¿se puede exigir el compromiso?
La respuesta es clara: No, no se puede exigir el compromiso pero sin duda es deseable conseguirlo, incluso necesario. Actualmente el sueldo que se recibe mensualmente sólo garantiza la presencia de la persona en su puesto de trabajo, la realización de una serie de tareas o funciones y el cumplimiento de una serie de objetivos y de normas, pero si lo que pretendemos en un valor añadido, una implicación intelectual y afectiva, una de dos, o logramos contratar personas con altas dosis de automotivación mantenida en el tiempo, o tomamos la iniciativa de dirigir de una manera diferente a la tradicional con el fin de generar compromiso.
Al emprender este camino, cualquier persona que ostente un cargo de dirección descubrirá que son muchas las cosas que se pueden hacer en este campo, pero si queremos tener un éxito duradero, la primera pregunta que deberemos formularnos es ¿con qué queremos comprometer a las personas, o con quién queremos comprometerlas?
Resulta evidente que tendremos que desarrollar planes de acción diferentes si queremos comprometer a alguien con una marca, con un cliente, con una tarea o con unos objetivos.
Lo que cada vez resulta más palpable es que el compromiso generado con personas individuales tiene sus riesgos, porque una vez que falta la figura generadora de compromiso el vacío que se crea es enorme y difícil de llenar.
Sin embargo, el equipo gana cada vez más protagonismo como elemento de generación de compromiso y no precisamente porque las cosas se hagan bien en este sentido.
¿Alguna vez has permanecido en una empresa por no querer dejar de trabajar con las personas de tu equipo a pesar de no estar satisfecho/a con la organización o con la dirección?
¿Alguna vez has sentido angustia el domingo por la tarde pensando en a quién tenías que ver el lunes?
Es muy probable que sí.
Y… ¿Alguna vez has sentido angustia el domingo por la tarde pensando en a quién tenías que ver el lunes?
Probablemente también, pero siendo consciente de ello, como directivos y directivas ¿fortalecemos lo suficiente a nuestros equipos para que estos funcionen como palancas de compromiso?
Trabajar juntos no significa necesariamente que seamos un equipo y son muchos los colectivos que cada día acuden a trabajar con otros compañeros y compañeras sin sentir que se necesitan para un fin superior a ellos mismos.
Si queremos contar con equipos comprometidos deberemos asegurarnos que todas las personas que lo conformen vivan y sientan la pertenencia a un equipo. Todo equipo tiene una misión con la que contribuye a la misión general de la organización. Todo equipo es importante y necesario en una empresa, si no, no existiría pero pocas veces lo sabe. De la misma manera que hay personas con baja autoestima, también hay equipos que se sienten el último eslabón de la cadena.
La rutina mata toda motivación y hoy día los retos empresariales son tan exigentes que tener personas motivadas resulta insuficiente, necesitamos personas entusiasmadas, personas con brillo en la mirada.
Ese brillo lo da en parte un proyecto ilusionante, unos objetivos claros y concretos, unos retos atractivos y unos valores que no se limitan a estar escritos en un papel o un poster, sino que se hacen presentes en los comportamientos observables.
Para que exista compromiso en un equipo la interdependencia entre las funciones y responsabilidades de todos sus miembros tienen que estar claras. Algo que nos ha dado la experiencia es la certeza de que muchos conflictos interpersonales tienen su origen en funciones y responsabilidades poco claras.
Y todo esto se puede alcanzar de dos maneras, la tradicional más basada en el ordeno y mando y la participativa. No todo se puede decidir de esta manera pero qué duda cabe que el ser humano tiende a comprometerse mucho más con aquello de lo que fue parte. En un futuro cercano no habrá compromiso sin grandes dosis de participación.
Los retos empresariales son tan exigentes que tener personas motivadas resulta insuficiente. Necesitamos personas entusiasmadas, personas con brillo en la mirada
La dimensión emocional de un equipo también debe ser nutrida si queremos conseguir un compromiso a largo plazo. A medida que el equipo evoluciona, los miembros alcanzan una comunicación más clara, abierta y honesta, lo que comporta un aumento de la confianza. Los equipos de alto rendimiento, muestran altas dosis de compromiso con las tareas y con las relaciones por lo que suelen dar grandes muestras de colaboración y cohesión.
Todo esto no garantiza que las cosas siempre salgan bien pero los equipos maduros e inteligentes celebran sus éxitos y aprenden de sus fracasos.
Estas son algunas de las cosas que un mando que aspire a liderar un equipo comprometido puede hacer pero si de nuevo echamos un vistazo a la realidad general probablemente concluyamos que todo esto, para que no se quede en deseos y buenas intenciones, requiere comenzar por modificar la manera de dirigir y eso supone ante todo por parte del mando un compromiso con el cambio y con su propio equipo. Compete a la dirección dar el primer paso.