APD A MENOS DE UN METRO DE TI
De pronto todo se viene abajo: tu trabajo desaparece, no puedes ver a familiares y amigos, cierran tus restaurantes favoritos, se acabó practicar deporte, los proyectos se congelan y la cabeza se calienta.
Y enseguida recuerdas a Maslow, y te das cuenta de que tu vida ha vuelto a los fundamentos de la pirámide: adiós autorrealización, reconocimiento, afiliación… hola seguridad y necesidades fisiológicas.
¿Eliminar los plásticos? Todos buscando guantes y mascarillas. ¿Cambio climático? Mi fábrica ha cerrado y el aire está más limpio que nunca, pero maldita la gracia. ¿Prohibir los piropos? Oiga, quiero salir a la calle y, menos multarme, que me digan lo que quieran. ¿Comida sin envases ni etiquetas? Lo primero que se acaba en el súper son los productos elaborados de toda la vida. ¿El azúcar, pan blanco y la carne son malísimos? Si ud. lo dice, pero apártese que me lo llevo todo.
Estamos confinados, pero podemos comer. Que no se nos olvide cuando todo esto pase
Siempre nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, y es en estos momentos cuando nos damos cuenta de que disfrutamos del mejor sistema alimentario del mundo. Si el sector sanitario nos asiste y la policía y fuerzas armadas nos protegen, los elaboradores y distribuidores de alimentos garantizamos que todos -ellos también- podemos seguir alimentándonos saludablemente. No es fácil.
Siempre ha sido así, pero hoy más que nunca alimentar a España es más un deber que un negocio. Los elaboradores de alimentos están trabajando sin horas para asegurar la salud de su personal, la integridad de la cadena de suministro, la continuidad de la producción y la regularidad del servicio. Unos tienen que cubrir el aumento de demanda en los supermercados; otros luchan por minimizar el enorme daño humano y económico que supone el cierre de los establecimientos de hostelería y restauración; todos ponen el bien común por delante.
Estamos confinados, pero podemos comer.
Que no se nos olvide cuando todo esto pase.