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¿Qué es economía colaborativa? Pros y contras del nuevo modelo de consumo

Carsharing, micromecenazgo, crowdfunding… Los términos relacionados con la economía colaborativa se han colado en nuestras vidas sin que nos demos cuenta. Sin embargo, son pocos los que conocen el significado real de esta nueva forma de vida. Y es que en este gran cajón de sastre caben conceptos tan variados como el conocimiento, el consumo, la producción o las finanzas.

¿Qué es la economía colaborativa?

Popularizada en la década de los 2000 por los emprendedores Lisa Gansky, Rachel Botsman y Roo Rogers, la expresión economía colaborativa se basa en utilizar la tecnología en provecho propio: gracias a ella, los usuarios se pueden organizar para lograr un beneficio –bien económico, bien productivo, bien cognitivo–.

La Unión Europea apoya estas formas de intercambio, pero la normativa aún está lejos de haber dado cobijo a todos los supuestos que pueden plantearse

Ejemplos de plataformas de economía colaborativa

Así, entre los múltiples ejemplos que vienen a la mente al hablar de la economía colaborativa surgen las plataformas para compartir coche como Blablacar. Esta es una empresa creada con el objetivo de servir de enlace entre viajeros y conductores, de manera que ambas partes sacan beneficio del hecho de compartir vehículo: el conductor reduce costes al cobrar un precio al pasajero, y el pasajero paga menos por un trayecto que sería más caro si viajara en autobús, tren o avión.

Airbnb es otra clara muestra de economía colaborativa. La plataforma es el nexo entre arrendadores y arrendatarios de alojamientos, lo que permite a los dos colectivos aprovechar las ventajas. Los propietarios de las viviendas consiguen alquilar sus inmuebles, mientras que los inquilinos desembolsan una cantidad de dinero inferior que si pasaran la noche en un hotel u hostal.

Aunque estas dos empresas sean las más sonadas dentro del mundo de la economía colaborativa, son muchas más las que se han hecho un hueco para cambiar el modelo tradicional de consumo. Así, Uber se ha convertido en una de las formas de transporte más populares en las grandes ciudades. La plataforma permite conectar a personas que necesitan un traslado y propietarios de vehículos que actúan de conductores.

Otras plataformas como Wallapop o Chicfy fomentan además la economía circular. La primera pone en contacto a personas que quieren vender algo que ya no usan y aquellas que lo pueden necesitar. En el caso de Chicfy, este trueque únicamente se ciñe al ámbito de las prendas de ropa. En cualquiera de los dos casos, la base está en la reutilización de bienes.

Las ventajas y desventajas de la economía colaborativa

Actualmente, las posibilidades para tomar parte en la economía colaborativa son innumerables. Existen tantas plataformas dedicadas a ello que contabilizarlas sería un trabajo infinitivo. Ante este hecho, cabe plantearse la pregunta de por qué cada día aparecen nuevas herramientas que favorecen la ‘sharing economy’. La respuesta es obvia: la economía colaborativa aporta muchas ventajas. Estas son algunas de las principales.

  • Menos dinero: los productos o servicios que se ofrecen en este tipo de plataformas tienen un coste menor que los adquiridos o contratados de manera tradicional.
  • Cuidado del medio ambiente: las plataformas que fomentan el transporte colectivo contribuyen a reducir las emisiones de CO2. Siempre será mejor un coche que lleve a cuatro personas que cuatro coches llevando a una persona.
  • Ayuda a emprender: la economía colaborativa ha impulsado a muchos emprendedores a crear su propia plataforma. Además, sistemas como el ‘crowdfunding’ –método colaborativo de financiación de proyectos– han ayudado a sacar adelante ideas que de otra forma no hubieran logrado nunca la subvención necesaria.
  • Más para elegir: los consumidores tienen acceso a alternativas que, de no haber sido por las plataformas de economía colaborativa, no habrían tenido cabida para ellos.
  • El ‘human factor’: la economía colaborativa aviva las relaciones sociales, el diálogo y la solidaridad.

Pero no todo es color de rosa en el modelo del ‘sharing economy’. Al tratarse de un modelo económico nuevo, la legislación actual no contempla muchos de los casos en los que entra en juego la colaboración entre usuarios. Tan solo hace falta echar la vista atrás para recordar las huelgas de taxis contra Uber que se registraron en varias ciudades europeas, y cómo los taxistas reclamaban derechos por haber pagado licencias y seguros a alto precio.

La falta de regulación, junto con la posibilidad de que exista competencia desleal, son algunas de las desventajas de este nuevo modelo de consumo y negocio. Además, la ausencia de legislación conlleva una desprotección del usuario

Y es que aunque la Unión Europea apoya estas formas de intercambio, la normativa aún está lejos de haber dado cobijo a todos los supuestos que pueden plantearse. Podrían darse casos en los que se empleara la economía colaborativa de manera poco ortodoxa. La polémica está servida cuando se trata de nuevos modelos de negocio.

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