Las personas que se caracterizan por estar dotadas de un liderazgo informal se podría definir como aquellas que ejercen una influencia sobre otras y que, en la mayoría de los casos, no son reconocidos como tal.
Es decir, no están contemplados en la estructura formal del poder, no reciben una compensación extra, ni poseen tampoco un poder inherente para despedir y/o contratar personal, en el caso del ámbito empresarial. Un liderazgo innato en la sangre.
Siempre hemos pensado que en las empresas solo existe un líder, la figura del llamado Director o Directora General; sin embargo, no siempre es así. Existe también la figura del líder informal, y es que ambas puedes ser compatibles al mismo tiempo.
Es más, quizá estos últimos sean más valiosos para las empresas y, a su vez, para alcanzar los objetivos del líder formal, puesto que son capaces de aportar diferentes visiones de una misma realidad y sacar mayor provecho de los recursos a su alcance.
El escritor y conferenciante Stephen Covey -autoridad internacionalmente respetada en materia de liderazgo- señalaba que el liderazgo está centrado en principios, compuesto de cuatro roles específicos: modelar delante del grupo, encontrar caminos, alinear a cada miembro del equipo y facultar a todos ellos para la consecución de objetivos.
Los líderes informales tienden a ser personas altamente colaborativas que ejercen una gran influencia sobre el resto del equipo. Puede existir una única persona en la empresa con estas características o incluso una por departamento, puesto que son compatibles entre ellas. Su poder alcanza a todo un grupo y su fin es ayudar a conseguir los objetivos del líder formal. Este último, en algunas ocasiones, tiende a tener una figura más del “ordeno y mando” de toda la vida.
Además, son personas que se hacen respetar y generan confianza hacia ellos y hacia los trabajadores, lo que hace que el resto del equipo funcione mejor. Hay por ejemplo informaciones, ya sea por sensibilidad del tema o simplemente por la visión que los propios trabajadores tienen sobre los líderes formales, que hace que sea más sencillo de comunicarlo por los informales.
Los líderes formales pueden hacerse respetar, pero no siempre obtienen o generan esa confianza en el trabajador, ni consiguen tener un tipo de liderazgo positivo. En ocasiones el liderazgo o la sumisión se pueden confundir con el miedo, que, por supuesto, no son un buenos indicares de motivación.
Se podría decir también que ser líder informal es una “decisión libre”. En la gran mayoría de ocasiones emergen simplemente por el reconocimiento que sus compañeros le otorgan por su integridad; siempre defiende lo que cree que conoce, debido a que su trabajo y/o comportamientos anteriores han sido demostrados exitosamente. El líder formal, sin embargo, es asignado jerárquicamente.
Son, como en la actualidad se denominan, “employer branding”, es decir, grandes defensores de la empresa, ya que apoyan y motivan a los demás trabajadores hacia el logro de objetivos de la empresa conjunta.
Suelen ser personas motivadoras, facilitadoras, creativas e innovadoras. De naturaleza intraemprendedora que actúan de forma voluntaria para lograr los objetivos, crean sinergias, actúan como agentes del cambio entre líderes formales y trabajadores. Pueden lograr la cooperación voluntaria de los miembros del equipo por medio de su influencia en diferentes grupos sociales y de trabajo.
Adoptan la figura de catalizador entre el nuevo trabajador y la empresa. Destacan por su querer ayudar en el proceso de integración con el resto del equipo, conociendo la empresa en profundidad, ayudando en el resultado del cambio organizacional, procesos y diferentes normas.
Puentes de comunicación interna entre los líderes formales y el resto del equipo, al contar con la confianza del resto del equipo; se les percibe como personas con las que pueden contar y a quién acudir en caso de dudas, distintas opiniones o visiones, por su buen juicio, conocimiento y experiencia.
Actúan como si fueran la mano derecha del líder cuando esta figura está ausente, son creíbles por todos los miembros.
En definitiva, podríamos decir que además de un buen líder formal, aunque sea motivador, proactivo y entusiasta, la figura del líder informal sigue siendo necesaria en la empresa. Este conseguirá tener una relación cercana y de confianza con el equipo y ayudará a conseguir los objetivos reales que los líderes formales tienen como fin.