Cada vez más empresas se suman a la migración de datos a la nube, un proceso que hasta hace pocos años resultaba una quimera. Sin embargo, la necesidad de ahorrar espacio físico -ordenadores, discos duros, servidores…- ha derivado en una auténtica explosión del cloud alrededor del mundo.
Por ejemplo, de cara a 2023 un 77 % de las empresas utilizará la nube para su backup, según el Informe 2021 de protección de datos elaborado por Veeam, una multinacional experta en software. Un pronóstico que parece acabar con los principales obstáculos a los que se enfrentan a día de hoy las empresas. Tal y como señalan los datos recogidos en Statista, cumplir con las obligaciones regulatorias y hacer frente a costes ocultos son grandes escollos que han frenado en los últimos años el proceso de migración de datos a la nube.
Pero, ¿qué es exactamente la migración de datos? En un contexto digital, se trata de todo proceso en el que se trasladan datos de un sistema determinado a otro. Es decir, cuando una empresa decide cambiar el método de almacenaje de la información. Por ejemplo, cuando pasa de guardar sus archivos en un CD a un disco duro externo o, en el caso que nos ocupa, cuando decide exportarlos a un servidor ajeno a la organización.
Evidentemente, el punto fuerte más inmediato que puede suponer la migración de datos para las empresas es el ahorro de espacio. De hecho, se trata del último paso de la evolución natural que ha vivido el almacenamiento de datos desde la era analógica, con carpetas, archivadores y cajas amontonadas en interminables estanterías.
Y debido al altísimo volumen de información que manejan las empresas hoy en día, es incuestionable la necesidad creciente de un alojamiento de los datos externo a los equipos informáticos de la organización: con millones de terabytes circulando diariamente por la red -entre vídeos, imágenes o, incluso, correos electrónicos-, guardar toda esa información en local requiere de discos duros y servidores propios cada vez más amplios.
Porque en la era del streaming los datos son cada vez más imponderables: según un reciente estudio de Business Intelligence, solo en un minuto se mueven algo más de tres petabytes -alrededor de 3.000 terabytes- de información en todo el mundo a través de Internet, se envían unos 160 millones de emails y se realizan casi cuatro millones de búsquedas en Google. Sin duda, el ahorro de espacio es la principal ventaja de la migración de datos… pero no es la única.
Otro punto fuerte de la migración de datos a la nube es la altísima disponibilidad del servicio por parte del usuario, que no depende de un dispositivo físico que pueda fallar (como un disco duro) ni de una infraestructura, que está plenamente descentralizada del sistema local, por lo general mucho más fiable.
Además, debido a la creciente deslocalización del trabajo, resulta bastante útil no depender de espacios de almacenamiento locales: con la información en la nube, cualquier trabajador de la compañía puede acceder a ella desde casi cualquier punto del planeta. Lo único que necesita es un conexión a Internet y despreocuparse de lo demás.
Otra ventaja del cloud es que, a diferencia de otros sistemas de almacenamiento ligados a dispositivos y software obsolescentes, es escalable a todos los niveles. Por ejemplo, según Kaspersky, casi una cuarta parte de los usuarios de PC de todo el mundo siguen hoy en día utilizando Windows 7 como sistema operativo (que dejó de recibir soporte en 2020). Sin embargo, la migración de datos a la nube potencialmente no caducará, ya que la forma de trabajar seguirá siendo similar a la actual independientemente del volumen de información. Tan solo requerirá de pequeñas mejoras y servidores más potentes.
Al ahorro de espacio se une otra variable bastante relevante para la empresa: el ahorro de costes. Centralizarlo todo en un único lugar permite no tener que destinar partidas elevadas a la adquisición de dispositivos, software y demás gastos ocultos.
Por otra parte, la seguridad es otro aspecto importante a tener en cuenta, ya que la nube permite a la empresa ‘olvidarse’ de este aspecto. La protección de la información corre a cargo del proveedor de cloud, algo bastante útil por un doble motivo: por un lado, el usuario final (el empleado) no tiene por qué ser un experto en ciberseguridad; por otro, trabajar con los dispositivos físicos en los que se guarda la propia información siempre conlleva más riesgos, tanto porque se pueden dañar como porque las capas de seguridad suelen ser menores y más débiles.
Eso sí, también existen una serie de riesgos inherentes a la migración de datos a la nube. En especial, los que tienen que ver con la pérdida de datos o de calidad de la información (no tenemos el control directo del almacenamiento), interferencias o duplicidades indeseadas, así como aspectos legales como el incumplimiento de las leyes de protección de datos (que no se cedan a terceros, por ejemplo), algo que en determinados países sigue suponiendo un problema hoy en día.
Por todo ello, podemos concluir que si bien la migración de datos a la nube supone una dependencia casi absoluta del proveedor de cloud, se trata de una solución ideal para empresas que manejan grandes volúmenes de información, que se encuentran en pleno proceso de transformación digital, que han deslocalizado parte o todo su trabajo gracias a herramientas como el teletrabajo, o que, simplemente, desean ahorrar costes invirtiendo en uno de los ecosistemas más innovadores de lo que va de siglo.
