Cuando hablamos de economía circular, muchos la perciben como una tendencia reciente, casi futurista. Sin embargo, en realidad se trata de una forma de entender el mundo que nuestras generaciones anteriores ya conocían muy bien. Nuestros padres y abuelos vivían bajo una lógica sencilla: aprovechar todo, no desperdiciar nada, cuidar lo que se tiene. Era una sabiduría nacida de la necesidad, que fomentaba la creatividad para alargar la vida útil de los objetos y, al mismo tiempo, respetar los recursos.
Hoy vivimos en una sociedad muy distinta, marcada por la inmediatez, el consumo rápido y la cultura del “usar y tirar”. Este modelo no es sostenible y somos conscientes de ello; por eso, es momento de recuperar aquella lógica que aplicaban nuestros mayores, y en Estel ya llevamos años trabajando para adaptarla al ámbito industrial. Y lo hacemos con la convicción de que la sostenibilidad no es solo una responsabilidad, sino también una oportunidad para innovar, ser más eficientes y generar valor compartido.
La economía circular propone un cambio de paradigma: dejar atrás el modelo lineal de extraer, producir, consumir y desechar, para pasar a un modelo regenerativo. Un sistema en el que los recursos se mantienen en uso durante el mayor tiempo posible, se reutilizan, se transforman y se reincorporan al ciclo productivo. Es una forma de pensar en ciclos, no en finales.
La economía circular propone un cambio de paradigma: dejar atrás el modelo lineal de extraer, producir, consumir y desechar, para pasar a un modelo regenerativo.
Este enfoque no solo permite reducir el impacto ambiental, sino que también mejora la competitividad, ya que cada recurso que se reaprovecha es un coste que se evita, y cada residuo que se transforma en materia prima es una fuente de valor.
En este contexto, en Estel planteamos una solución integral para el suministro energético basada en aprovechar al máximo la energía de gas natural para generar electricidad y calor útil. Este último se perdería y se recupera en este caso para calefacción, agua caliente y, utilizando una enfriadora de absorción transformamos el calor de los gases de escape en agua helada para el aire acondicionado del complejo. El sistema de trigeneración lleva integrado además paneles fotovoltaicos y acumulación de energía en baterías.
La energía solar desempeña un papel esencial. Los paneles convierten la radiación solar en electricidad sin generar emisiones ni residuos y el almacenamiento en baterías dota de estabilidad y una mayor eficiencia al sistema.
El ciclo que sigue este sistema permite aprovechar más del 80 % de la energía primaria. Y cuando se aplica en entornos industriales, comerciales o sanitarios (entre otros), mejora la eficiencia, reduce costes, disminuye emisiones de CO₂ y limita el consumo de combustibles fósiles. Es, en definitiva, un ejemplo de cómo la tecnología puede ayudarnos a recuperar esa lógica de “no desperdiciar nada” que tan bien conocían las generaciones anteriores.
Los paneles convierten la radiación solar en electricidad sin generar emisiones ni residuos y el almacenamiento en baterías dota de estabilidad y una mayor eficiencia al sistema
Además, este tipo de soluciones aporta autonomía energética, haciéndolos más resilientes frente a las fluctuaciones del mercado. Y lo más importante: se trata de una tecnología madura, escalable y adaptable a cualquier sector con una demanda energética importante.
Si a esta tecnología le sumamos sistemas de control inteligente apoyado por IA que permiten monitorizar el rendimiento en tiempo real, anticipar mantenimientos y optimizar el uso de recursos, el resultado es aún más eficiente. En este sentido, la digitalización se convierte en una aliada clave de la circularidad.
Volver a la economía circular no es retroceder, es avanzar con sentido; es recuperar lo mejor del pasado –ese respeto por los recursos, esa creatividad para alargar su vida útil– y combinarlo con lo mejor del presente: la tecnología, el conocimiento y la capacidad de innovar. Y, sobre todo, implica diseñar pensando en sistemas que duren, que puedan repararse, desmontarse, reutilizarse. Porque el futuro no se construye desde la obsolescencia, sino desde la adaptabilidad.
En Estel estamos convencidos de que la economía circular no es solo una estrategia medioambiental, es una forma más inteligente, más eficiente y humana de hacer las cosas. Cada proyecto que desarrollamos, cada innovación que aplicamos, cada residuo que transformamos es un paso más hacia un modelo más resiliente y justo.
Y lo más importante: no lo hacemos solos. Lo hacemos con nuestro equipo, con nuestros clientes, con nuestros socios. Porque cerrar el círculo es una tarea colectiva, y porque solo juntos podremos construir ese futuro sostenible que, en el fondo, ya conocíamos desde hace generaciones.
Otro ejemplo de esta lógica circular es el proyecto CICHLO, desarrollado desde nuestra división Estel Green. En él abordamos uno de los grandes retos del proceso de desalación: la gestión de la salmuera, ese subproducto de alta salinidad que tradicionalmente se considera un residuo problemático por su impacto ambiental.
Nosotros decidimos darle la vuelta: ¿y si esa salmuera pudiera convertirse en materia prima? Así iniciamos una línea de investigación centrada en extraer compuestos útiles, como derivados del cloro (por ejemplo, la lejía) que se emplean para la desinfección y potabilización de agua y procesos industriales.
El proceso incluye una fase de purificación y concentración, de la cual obtenemos por un lado sal y, por otro, agua, cuyo excedente es reutilizable para riego e incluso podría llegar a utilizarse para consumo humano tras pasar por un proceso de potabilización. La mezcla de agua purificada y sal obtenidas se someten a un proceso de electrólisis para obtener ácido clorhídrico, hipoclorito de sodio e incluso seríamos capaces de generar carbonato sódico incorporando un sistema de captación de CO2 atmosférico.
Todo ello, se apoya en la instalación de paneles fotovoltaicos que conviven con la agricultura del propio campo en el que se implantan.
Este planteamiento tiene un doble beneficio: mejora la eficiencia del uso del suelo y reduce la evaporación del riego gracias al efecto de sombreado.
Gracias a este proceso, obtenemos productos de consumo necesario para la economía balear que hasta ahora no se producían en nuestras islas. Baleares es tierra de salinas, pero hasta ahora nadie había obtenido derivados de ella. Este proyecto abre esa posibilidad, dándonos más autonomía reduciendo nuestra dependencia del exterior. Así, estamos generando productos KM0.
Una vez más, se cierra un ciclo. Y en ese cierre, se genera valor.