LA ERA DE LAS FINANZAS SOSTENIBLES
INVERSIONES RENTABLES CON IMPACTO SOCIAL
La economía verde es responsable en la actualidad de medio millón de empleos en España, lo que representa un 2,5 % de la ocupación total de nuestro país. Así lo afirma la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que deja claro que es una cifra que podría multiplicarse en la próxima década.
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) define la economía verde como aquella que da lugar al mejoramiento del bienestar humano e igualdad social, mientras que se reducen significativamente los riesgos medioambientales y la escasez ecológica, además de conseguir un desarrollo económico y un consumo eficiente de los recursos.
La economía verde, también conocida en algunas ocasiones como economía ecológica, surge como respuesta para luchar contra el cambio climático, reducir las emisiones de efecto invernadero y fomentar un desarrollo sostenible.
Más del 75 % de los ciudadanos han afirmado estar interesados en la ecología y preocupados por el medio ambiente
Más del 75 % de los ciudadanos han afirmado estar interesados en la ecología y preocupados por el medio ambiente. El compromiso de la sociedad con las políticas éticas es cada vez mayor, pero ¿hasta dónde están implicadas las empresas? La economía verde compatibiliza el objetivo del crecimiento económico y la creación de empleo con el uso eficiente de los recursos, lo cual se entiende como trabajo verde. Y las empresas que trabajan respetando la naturaleza y el medio ambiente generando bajas emisiones de carbono se consideran empresas verdes.
Además, muchas empresas verdes no solo están generando trabajo o empleo verde, sino que están introduciendo una mentalidad ambiental en su producción, generando productos más ecológicos y destacando la sostenibilidad de los mismos a través del marketing verde.
El principal objetivo de la economía verde es conseguir un equilibrio social, económico y ambiental, de manera que los procesos de producción generen riquezas en las sociedades y no dañen el medio ambiente. Un cambio de paradigma sobre el actual modelo económico.
En este sentido, la legislación de la Unión Europea ha establecido más de 130 objetivos medioambientales independientes, que los países miembros deben cumplir entre 2010 y 2050.
Una vez que ya sabemos los objetivos, para medir y valorar el progreso en su consecución, la economía verde se centra en analizar, evaluar y medir tres pilares:
En 2050 se prevé que la población mundial supere los 9000 millones de personas, según el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas. Por ello es importante cambiar el actual modelo de producción y gestión de recursos que potencia el consumo a corto plazo y la reducción de la vida útil de los productos. El futuro pasa por apostar por otros modelos como la economía circular, que aboga por utilizar la mayor parte de materiales biodegradables posibles en la fabricación de bienes de consumo, para que estos puedan volver a la naturaleza sin causar daños medioambientales.
La cultura empresarial está ligada al comportamiento de la entidad de cara al exterior y de su actitud social; además, viene determinada por factores gubernamentales y la filosofía ecológica. El objetivo no es otro que, tanto el target como los trabajadores se identifiquen con lo que se transmite socialmente. Buen ejemplo de ello es Facebook, quien ha establecido una paga de 10 000 dólares para aquellos empleados que se trasladen a vivir cerca del campus corporativo.
La economía verde no solo afecta a grandes empresas, con altos márgenes de contaminación, sino también a los proveedores de las mismas, empresas más pequeñas a las que se exigen ciertas responsabilidades relacionadas con el medio ambiente. De esta forma la extracción, transporte y manipulación de recursos es más eficiente, reduciendo el impacto ambiental de la actividad.
La Comisión Europea define una infraestructura verde como aquella red estratégicamente planificada de espacios naturales y seminaturales y otros elementos ambientales diseñada y gestionada para ofrecer una amplia gama de servicios ecosistémicos. Incluye espacios verdes (o azules si se trata de ecosistemas acuáticos) y otros elementos físicos en áreas terrestres (naturales, rurales y urbanas) y marinas.
El leit motiv de las infraestructuras verdes no es otro que mejorar la capacidad de la naturaleza para facilitar bienes y servicios ecosistémicos múltiples y valiosos, tales como agua o aire limpios. Otro aspecto importante de la infraestructura verde es la restauración ecológica.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), una tercera parte de la tierra agrícola está degradada, el 75 % de la diversidad genética de los cultivos se ha perdido y el 22 % de las razas de ganado están en riesgo. En este escenario, apostar por una agricultura sostenible se está convirtiendo en una prioridad para los consumidores en los países desarrollados. ¿Cómo podemos hacer una gestión sostenible de la tierra, el agua y los recursos naturales?
Esta tendencia está ligada al punto uno, en el que se hablaba de la economía circular. La economía colaborativa se basa en prestar, alquilar, comprar o vender productos en función de necesidades específicas y no tanto para obtener beneficios económicos. Algunos ejemplos podrían ser empresas que, en los últimos años, han tenido una gran acogida por parte de los consumidores como Airbnb, Uber, BlaBlaCar…
Un estudio estadounidense del Climate Accountability Institute reveló en 2019 que el 35 % de las emisiones de dióxido de carbono y metano, relacionadas con la producción de energía, se sitúan solamente en 20 compañías. En total estas empresas han emitido 480,19 billones de toneladas de emisiones de dióxido de carbono.
Para reducir y reciclar el CO2, el Instituto de Ciencias Integradas de Materiales Celulares (iCeMS) de la Universidad de Kyoto (Japón), desarrolló un nuevo material capaz de capturar selectivamente moléculas de dióxido de carbono y convertirlas en materiales orgánicos útiles. Aunque todavía está en fase de pruebas, este es un primer paso para contrarrestar las emisiones que se producen en nuestro planeta.
Se estima que entre 1200 y 1500 millones de personas en el mundo todavía no tienen acceso a la energía eléctrica. Las energías renovables tratan de reducir este número impulsando las energías limpias y de producción local, reduciendo los costes de las importaciones y del transporte de energía. Los avances tecnológicos y el internet de las cosas suponen una revolución para aquellas comunidades excluidas, energéticamente hablando.
Estas tendencias no hacen más que ratificar la economía verde como una alternativa real para enfrentar la crisis económica y ambiental de las sociedades contemporáneas. La apuesta por este nuevo modelo podría aportar el mantenimiento de un ambiente sano y un uso adecuado de los servicios, tanto para la generación presente como para las futuras.