Muchas empresas barajan la opción de implementar una estrategia de marketing verde. Este movimiento se origina por la propia preocupación ciudadana en lo que al consumo se refiere. Y, es que, cada vez más se buscan productos y servicios con un impacto cero en el ecosistema. Es decir, que no ejerzan daños ambientales y que no sean contaminantes.
Así, muchas marcas quieren crear y fomentar una imagen mucho más verde que despierte confianza y cercanía en los usuarios y clientes. Sin embargo, este cambio de imagen no se produce de forma rápida ni sencilla. Es preciso organizarse en una serie de pasos para que ese cambio tenga un resultado efectivo y definitivo. Y, es que, como cualquier otra modificación profunda en la imagen de una empresa, resulta complicado y costoso posicionar un valor de la nada. Pero es muy rentable.
Lo primero de todo consiste en conjugar tres objetivos que pueden ser o no dispares. Serían los siguientes:
A partir de aquí habría cuatro elementos o fases de trabajo diferentes. Es decir, cuatro posiciones desde las que trabajar.
Aquí es preciso añadir una serie de cambios profundos sobre cómo se consigue y se desarrolla el producto que vende una empresa en cuestión. Por ejemplo, hay que cambiar los materiales que se emplean para que estos sean cuanto menos contaminantes, mejor. Otra opción muy en boga también es la de buscar piezas reutilizables o que hayan sido recicladas, para que el impacto sobre el ecosistema sea mucho menor.
También, es preciso remodelar adecuadamente el proceso de producción, para reducir en todo lo posible las emisiones que se vayan a lanzar al ecosistema.
Invariablemente, este casi siempre tiene que ser modificado. Las soluciones que adoptan en este punto las empresas son varias. Por un lado, si se consigue utilizar materiales ecológicos y reducir el consumo de plásticos y demás, generalmente se aplica también en el precio final un pequeño aumento del porcentaje, ya que los nuevos materiales no son tan económicos como los anteriores.
Por otro lado, si durante el proceso no se consigue reducir demasiado la contaminación, se puede añadir una pequeña tasa en el precio con el fin de solventar esa contaminación extra. Por ejemplo, que un pequeño porcentaje de ganancia del producto esté destinado a plantar árboles o a incentivar el reciclaje.
A nivel de marketing y comunicación, habría que empezar a orientar el producto hacia las nuevas bondades que ha demostrado. Es decir, la empresa ahora es una marca que se involucra con el medioambiente y que lucha por la sostenibilidad. De la misma manera, no solo hay que poner en valor esa nueva actitud. También hay que promocionarla y animar a la gente a que reproduzca ese nuevo estilo de vida. De esta forma, la sostenibilidad del producto no solo será un valor para buena parte de los consumidores habituales, también se estarán creando nuevos consumidores que, aunque en un principio no lo consideraran así, ahora estarán viendo ese esfuerzo extra como un plus por el que apostar por la marca en cuestión.
Muchas marcas cometen el error de tratar de crear una imagen verde y no cuidar debidamente el sistema de distribución que emplean. ¿Qué consejos habría que asumir? Principalmente, utilizar pocos plásticos. De la misma manera, es esencial que se busquen sistemas de reparto que tengan el mínimo posible de impacto sobre el medio. La logística va a ser un punto clave aquí, ya que este departamento será el encargado de minimizar el impacto de las rutas, de buscar los caminos más accesibles y recomendados, y de conseguir un ahorro significativo tanto al ecosistema como a la propia empresa.
Un valor muy ligado a lo verde y a la sostenibilidad es la transparencia. Una marca no siempre puede lograr todos sus objetivos económicos y de sostenibilidad. Por lo tanto, no es un problema el admitir directamente que todavía hay mucho que se puede mejorar. Mostrando el avance, hablando de objetivos a corto o largo plazo y alcanzando nuevos niveles en cada tiempo se pueden conseguir los mejores resultados. Por lo tanto, el objetivo también es el de lograr una empresa más transparente consigo misma y con sus consumidores.
En conclusión, implementar una estrategia de marketing verde es un proceso largo y necesario para las marcas. Y es que, aunque en un primer momento presente dificultades, los beneficios a posteriori son muchos, tanto para el ecosistema como para la propia empresa.