“¿Alguien se plantea que un hombre entra en un puesto de trabajo por ser un ‘florero’ o un ‘mediocre’?”. Esta pregunta que, de primeras, pone los pelos de punta, es una constante en el mundo femenino. En muchas ocasiones la inclusión de las mujeres en el sector laboral aparece cuestionada y surgen las dudas sobre si habrá conseguido el empleo por su físico o su estética. A pesar de que los tiempos avanzan y la igualdad entre géneros es una realidad –al menos, hipotéticamente–, aún son muchas las mujeres que ven minusvalorado su potencial laboral simplemente por su sexo.
La estremecedora pregunta con la que arranca este texto pertenece a Araceli Martínez, directora del Instituto de la Mujer del Gobierno de Castilla-La Mancha, asistente a la jornada ‘Las claves del liderazgo femenino en la gestión empresarial’ organizada por la APD el pasado 26 de junio. El evento se centró en el papel de la mujer dentro de las compañías, un rol que aún parece reservado a los hombres y en el que poco a poco se van rompiendo cadenas.
La desigualdad laboral entre géneros es uno de los problemas más acuciantes de la sociedad actual. Tan es así, que en la Unión Europea solo el 35% de los puestos directivos en empresas están ocupados por mujeres. Así lo constata el informe divulgado por Eurostat el pasado 8 de marzo, fecha señalada para la celebración del Día Internacional de la Mujer.