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Opinión

Carlos Aganzo: «Agua, sol y guerra en Sebastopol»

Director de El Norte de Castilla

El Norte de Castilla o el valor de la comunicación

La historia de El Norte de Castilla es la historia de un éxito. Un éxito periodístico, cultural y, sobre todo, un éxito social. Ostentar al mismo tiempo el título de decano de la prensa diaria española y la condición de medio líder y de vanguardia en Castilla y León, no tiene otra lectura que la vigencia de un modelo profundamente implicado con la sociedad a la que sirve. Un modelo, por cierto, el de la prensa regional, que El Norte comparte con un puñado elegido de periódicos que, cada uno en su ámbito, dominan por completo el panorama de la prensa española: dos de cada tres lectores de nuestro país leen únicamente periódicos regionales o provinciales.

Un compromiso con la sociedad que forma parte del mismo espíritu fundacional de El Norte, cuando en el año 1854 el médico Pascual Pastor y el farmacéutico Mariano Pérez Mínguez sacaron a la calle las primeras páginas de ‘El Avisador’, que muy pronto se convertiría en El Norte de Castilla al fundirse, en 1856, con ‘El Correo de Castilla’, de la mano de Sabino Herrero, el verdadero creador de la marca. Era el tiempo del Bienio Liberal, un momento decisivo de la historia de España en su camino hacia la superación definitiva del Antiguo Régimen. Desde el primer momento, el espíritu liberal del periódico se puso al servicio de los intereses de Castilla, centrados entonces en el cereal y las harineras. “Agua, sol y guerra en Sebastopol” era el lema de los cerealistas castellanos de entonces, pendientes tanto de la cosecha como de la competencia de los precios del trigo ucraniano. La identificación absoluta de El Norte con aquella burguesía liberal de la segunda mitad del siglo XIX se fue ampliando más y más a todas las capas sociales a lo largo del siglo XX, hasta que el rotativo se convirtió en un verdadero emblema, primero de Valladolid, y más tarde de toda la región castellana y leonesa. Una interpenetración que hoy se manifiesta en la participación activa del periódico en la economía, la cultura y la vida social, a la cabeza de la sociedad civil de Castilla y León. Todo ello, por supuesto, a través del periodismo. Informando o, por mejor decir, comunicando. Poniendo de relieve el valor de la comunicación no solo en la actividad y el desarrollo de una comunidad, sino en el propio proceso de la identificación de sus valores, de sus oportunidades y de su papel en el conjunto de España y de la Unión Europea. Porque así es también, en el estilo de la sociedad castellana y leonesa actual, el carácter de El Norte: un periódico regional plenamente integrado en la realidad española y pendiente de esa Europa que, en el siglo XXI, define de manera determinante nuestro modo de vida. Esta defensa férrea del periodismo, de la comunicación, ha sido precisamente la que ha permitido

al periódico transitar por revoluciones, guerras y crisis sin perder nunca ese “norte”, esa orientación hacia un destino que se significa en la parte mollar de su cabecera. La misma que le permite, en 2016, seguir siendo una empresa rentable, una de las más sólidas de la comunidad, la primera en su ámbito.

La impronta de sus directores

Buena parte de la iconografía de El Norte de Castilla como periódico de referencia en España proviene también, sin duda, de la impronta de algunos de sus directores. No hay ningún otro periódico que cuente entre ellos con tres premios nacionales de Literatura y dos premios Cervantes. Francisco de Cossío, Miguel Delibes y José Jiménez Lozano forman, quizás, la tríada capitolina del gran periodismo literario español, pero a ellos hay que sumar otras grandes figuras de su tiempo, como César Silió, Ricardo Allué o Federico Santander. Y junto a todos ellos la gran figura del liberalismo del primer tercio del siglo XX que fue Santiago Alba. Alba, ‘el prior’ de El Norte, lo fue todo en el rotativo, menos director en la mancheta. Ministro de Marina, de Instrucción Pública y de Hacienda, por dos veces Alfonso XIII fue a buscarle a París, donde vivía exiliado, para ofrecerle la Presidencia del Gobierno, a lo que don Santiago se negó por despreciar la actitud del rey durante la dictadura de Primo de Rivera. En 1918, 27.000 maestros españoles corearon su nombre por haberles subido el sueldo; ese mismo año, tras sufrir un accidente de automóvil, recibió un telegrama de los redactores de El Norte de Castilla interesándose por su salud: “Brazo no duele -les contestó por el mismo medio–. Duelen erratas Norte. Saludos afectuosos. Alba”. Más moderna, pero igualmente estimulante, es la historia de Miguel Delibes como luchador contra la censura en los años sesenta. Su pelea contra Fraga y Jiménez Quílez le valió su salida de la dirección nominal del periódico, aunque no la pérdida de su influencia absoluta en la línea rebelde de El Norte. En 1966, año de la aprobación de la famosa Ley Fraga, escribió: “Hoy no puedes escribir lo que sientes, mientras que en los años cuarenta estabas obligado a escribir lo que no sentías”. El periodismo fue la plataforma desde la que se lanzó a la novela el que sin duda es uno de los grandes nombres de la literatura española contemporánea. A su lado cuajó toda una generación de grandes periodistas y escritores, desde José Jiménez Lozano hasta Francisco Umbral, pasando por Manuel Leguineche, César Alonso de los Ríos o José Luis Martín Descalzo.

Hace tan solo unos meses, el Gobierno le concedió al presidente del Consejo de Administración de El Norte, Alejandro Royo-Villanova –otro récord del periódico, al permanecer 46 años en el cargo–, la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica por su labor decisiva en el proceso de la Transición. Una distinción que ya tenían su padre, Segismundo Royo-Villanova, y su abuelo, Antonio Royo Villanova –uno más de los grandes directores del periódico– en la pasada centuria.

Papel… y también digital

La independencia de El Norte, solo comparable a su vocación de servicio a la sociedad en la que está implicada su cabecera, ha permitido que el periódico siga ganando cuota frente a todos los demás, en las preferencias de los lectores. A su larga trayectoria en papel hay que añadir hoy, además, el liderazgo indiscutible en Internet, lo que le ha permitido alcanzar cotas de difusión nunca soñadas en esta empresa. Periódico en papel y periódico digital, dos realidades distintas pero absolutamente complementarias, se suman para seguir permitiendo que la comunicación se sitúe en nuestra sociedad como un auténtico eje vertebrador entre personas, instituciones, territorios, proyectos y sensibilidades. Esa transversalidad en la que la prensa regional tiene su verdadera razón de ser. Y una especialidad cuya efectividad se multiplica desde que el periódico, a partir del año 1994, pertenece a la cadena de periódicos regionales de Vocento, cuyas cabeceras, de manera individual, son líderes absolutos en sus provincias y regiones, y todas juntas, sumadas al diario madrileño ABC, constituyen el grupo empresarial periodístico más grande del país. Siempre con el mismo espíritu. Ese que Miguel Torga, en armonía absoluta con su tocayo Delibes, definía como búsqueda de lo universal a través de “lo local sin puertas”. Ese que encarna sin lugar a dudas las aspiraciones del hombre del siglo XXI: piensa globalmente, actúa localmente.

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