En un mundo donde saber presentar se está convirtiendo en una auténtica necesidad de cara a poder vender tu idea, tu producto, tu negocio, etc.. es fundamental entender que presentar es una especie de arte y como que todo arte tiene una parte de técnica pero también tiene una parte de sentimiento, emoción y empatía.
Puede que estés pensando que tu tipo de presentación es especial, porque quizás se trate de una exposición muy técnica o específica y que esos conceptos, a los que me refiero en el párrafo anterior, son solo aplicables a presentaciones tipo TED o similares. Permíteme decirte que no es así, en absoluto.
Las personas acuden a un evento a informarse y a formarse pero fundamentalmente acuden para dejarse inspirar, emocionar… a sentir algo que no les muestra una presentación ppt que pueden visualizar desde el ordenador de su despacho. Y ahí es donde entra un papel fundamental el ponente.
Es cierto que hay gente que nace con una habilidad innata para estar encima del escenario (los hemos visto en ocasiones sobre el escenario). Pero también están lo que sin disponer de esas habilidades, utilizan técnicas y “truquillos” para ganarse a su público sin ser grandes comunicadores por naturaleza.
A nivel personal podríamos decir que lo básico es atreverse a mostrarse como uno es en la vida real, sin filtros. Eso sí, ensalza tus virtudes y oculta tus defectos. Con esto quiero decir que si eres alguien que le gusta compartir experiencias, comparte experiencias. Si eres alguien que prefiere las demostraciones en vivo, haz demostraciones en vivo. Si te gusta un formato más de preguntas y respuestas, organiza tu presentación alrededor de esa técnica… La idea es: si te sientes cómodo con lo que haces, tu público se sentirá también cómodo contigo. Si logras generar confianza y empatía con ellos, te seguirán en tu presentación sin dudarlo.
Muy ligado con este punto está la idea de no hacer mucho caso a las reglas establecidas sobre cómo es mejor presentar. Está claro que hay algunas normas básicas, pero no deberías de “enlatarte” en un formato estándar del tipo “manual para presentar con eficacia”. Recuerda, no queremos que piensen: uno más. Por el contrario, deberíamos de conocer todas esas técnicas pero solo utilizar las que nos sean naturales y cómodas al utilizarlas. A mi modo de ver, un buen ponente debería emplear en práctica en sus discursos, en mayor o menor medida, estas 6 cualidades:
– Humor
– Pasión
– Seguridad
– Naturalidad
– Credibilidad
– Humildad
¿Sabes que es lo que más nos gusta de los superhéroes? No, no son sus superpoderes. En el fondo, lo que más nos gusta de ellos es su parte humana que les hace como nosotros. En muchas ocasiones, buscando parecer un experto, huimos de alguna de estas 6 cualidades pensando que nos podría causar una falta de imagen profesional, cuando te garantizo que es todo lo contrario.
Como te habrás dado cuenta, hasta este punto no hemos hablado ni una sola palabra de las famosas diapositivas. Pero hay un par de preguntas muy extendidas que siempre suelen caer cuando hablas de este tema. Las dos preguntas en cuestión son: ¿Cuántas diapositivas debo de usar? ¿Hay que poner mucho texto o nada?
Bueno pues empecemos diciendo que no hay una respuesta definida para estas dos preguntas. Bueno para la primera depende, pero para la segunda pregunta, la respuesta rotunda es: cuanto menos texto, mejor.
El número de diapositivas no es muy importante. He visto presentaciones de 200 diapositivas que han sido un éxito y presentaciones con tan solo 10 que eran infumables. La idea es que las imágenes, gráficos, datos, etc.. que uses deberían de apoyar a tu discurso. Nunca al revés: Tu discurso no debería de apoyarse en tus diapositivas. Esta idea también es válida para la segunda pregunta sobre los textos, porque el discurso debe nacer de ti, nunca de lo que esté escrito en ellas. No debes de utilizar el texto de tu presentación como un guión de lo que tienes que decir. Siempre debería de complementar y reforzar lo que tu dices y no marcar el ritmo ni el contenido de tu discurso. Es ahí donde, a mi modo de ver, nace la naturalidad. Donde el discurso, es algo meditado que nace de tu conocimiento y experiencia y nunca de un guión escrito en una presentación (que en muchas ocasiones no la hemos escrito ni nosotros mismos). Es ahí donde los espectadores conectan, o desconectan, con la persona que está sobre el escenario.
Otro error muy común es preparar una presentación apoyándonos en una presentación ya existente. Y es un error porque para diseñar nuestra presentación deberíamos de pensar antes en cual es el objetivo de mi ponencia y a partir de ahí buscar cuales son los medios necesarios para comunicar mejor ese mensaje al público. Quizás, en esa ocasión particular, utilizar una serie de diapositivas no sea la mejor forma de informar a nuestro público. Muchos son los factores que van a condicionar nuestra forma de presentar: el mensaje clave a comunicar, el tipo de público, la duración de nuestra presentación, el lugar del evento, la posición que ocupa nuestra presentación en el orden del día, medios técnicos disponibles, etc…
Para mi una pregunta clave que todos deberíamos hacernos cuando tenemos la misión de presentar es: ¿Con que idea clave quiero que se queden al finalizar mi presentación? Desde mi punto de vista puede llegar a ser confuso cuando queremos trasladar en un corto espacio de tiempo multitud de ideas y conceptos. A veces es mejor fijar una idea en el grupo que lanzar muchas ideas variadas provocando que el mensaje que se reciba sea difuso. Cuando tenemos claro la idea que queremos fijar, es mucho más fácil diseñar la presentación alrededor de esa idea.
Y por último, diseña tu presentación pensando en como será su inicio y como su final. El inicio de tu presentación marca a los espectadores lo que puede esperar de ti durante el tiempo que estés con ellos. El final marca en los espectadores algo que recordar después de que termines. Si puedes terminar con algo que marque la diferencia, te recordarán a ti y como consecuencia, recordarán tu mensaje.