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Querido CEO

Las palabras encaminan el pensamiento

Una micronewsletter de APD
2024-02-23 10:00:00

Decía el filósofo y matemático austríaco Ludwig Wittgenstein que “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”.

De ello puede deducirse que según hablas, piensas. Y es que el lenguaje es una de las herramientas más efectivas y poderosas para cambiar la forma de pensar.

Si permanentemente te repites “estoy agobiado”, “no tengo el equipo que me gustaría” o “el entorno no me da más que disgustos”, acabarás condicionado y secuestrado por esas u otras palabras que, sin darte cuenta, esclavizan tu mente.

Sin embargo, el cerebro humano es un órgano plástico, que se modifica con cada nueva enseñanza, y ello hasta el último minuto de la existencia. Por eso la psicología positiva busca fundamentalmente conocer las palancas y elementos que nos ayudan a sacar el máximo partido de nuestras vidas, a través de aspectos como el agradecimiento, la curiosidad o el amor.

Y en ese proceso de conocer, tiene mucho que ver el lenguaje y la palabra. Una palabra que, curiosamente, se ha dado al hombre para que pueda esconder su pensamiento.

Pero una segunda derivada de ese encaminamiento es que, según hablas, haces pensar a los demás. Hay palabras que cambian el curso de la historia (quién no se acuerda del “sangre, sudor y lágrimas” de Churchill, o del “no penséis lo que vuestro país puede hacer por vosotros, sino lo que vosotros podéis hacer por vuestro país” de Kennedy); hay también palabras que hieren más que mil puñales; y hay otras con las que es posible acariciar a la gente.

Es más, en el mundo de los antiguos sofistas griegos, que fueron los primeros maestros de la oratoria, ni siquiera se ponía en juego la verdad, sino el arte de persuadir.

Es decir, las palabras movilizan, generan acción en los que las escuchan, y provocan sentimientos y reacciones que, además, son diferentes en cada persona. Por eso decía Montaigne que “la palabra es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha”. No es lo mismo decirle a un colaborador “no estás a la altura”, que “tienes áreas de mejora”; ni es lo mismo decirle “tu trabajo es deficiente”, que comentarle “estoy seguro de que lo puedes hacer mucho mejor”.

Por eso, querido CEO, cuida en primer lugar lo que te digas a ti mismo, pero sobre todo, estudia detenidamente lo que vayas a decirle a los demás. Porque ya no se trata solo de comunicar, ni tampoco de comunicar con eficacia; de lo que se trata es de motivar y seducir a las personas para que se desarrollen y para que aspiren a mejorar continuamente. Ese es el papel del verdadero líder.

Y recuerda siempre, a la hora de seleccionar cuidadosamente tus palabras, lo que escribió Quevedo: “Las palabras son como las monedas, que una vale por muchas, como muchas no valen por una”.

Cuídate mucho.

Enrique Sánchez de León

 

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