Cualquier usuario que quiera contar con una cartera de inversión o realizar cambios en su actual fondo debe conocer los mercados. Toca decidir y decantarnos por contratar un tipo de fondo u otro. Pero, ¿conocemos realmente la diferencia entre renta fija y la renta variable?
Contar con un asesor financiero que nos plantee pros y contras de los productos disponibles es fundamental, pero nunca está de más comprender por qué nos recomiendan determinados tipos de inversiones. ¿Dónde invertir tu dinero?
Tal y como apuntan los expertos en materia de finanzas, la principal diferencia entre renta fija y renta variable va unida al concepto de riesgo. Es decir, cuando invertimos nuestro dinero en renta fija tenemos de antemano una información muy segura (un precio, un valor nominal…) y, sobre todo, conocemos con seguridad la rentabilidad que nos va a aportar. Se trata de producto sobre el que apenas existe riesgo ni sorpresas de última hora. Hay un riesgo controlado.
En cambio, cuando invertimos en renta variable, como su propia expresión indica, «variable», la rentabilidad de nuestra inversión no es segura. Podría subir… o bajar.
La principal diferencia entre renta fija y renta variable va unida al concepto de riesgo
Aunque a priori nos pueda parecer que optar por ese riesgo seguro con una rentabilidad conocida desde el primer momento es la mejor opción, la renta variable podría ofrecernos a medio y largo plazo interesantes beneficios.
Antes de decidir, hay que entender las distintas características que definen a cada tipo renta y qué beneficios nos reportarán. Pero, ojo, también existen riesgos diferentes para cada una de ellas…
La renta fija está compuesta por instrumentos financieros de deuda (bonos) emitidos por instituciones públicas (Estado, Comunidades Autónomas…) o privadas (bonos corporativos, pagarés…). En cambio, los instrumentos de renta variable se basan en la inversión en acciones de la entidad en la que decidimos invertir, acciones que cotizan en bolsa y sus ganancias o pérdidas van a venir condicionadas por la entrega de dividendos o por la compraventa en el mercado de estas acciones.
La inversión en renta fija está destinada a inversores con un perfil más conservador. Se trata de usuarios que buscan un riesgo controlado y sin vincularse a los resultados que obtenga la entidad en cuestión. Así, su inversión va a tener una rentabilidad establecida al vencimiento del bono. Del otro lado, la opción de la renta variable está destinada a inversores más ambiciosos conscientes de que van a asumir más riesgos con el objetivo de obtener una mayor rentabilidad de su inversión inicial.
La persona que invierte en acciones se convierte en propietario de esa entidad, participando en mayor medida de la rentabilidad y de los riesgos de la empresa en cuestión. En síntesis, la renta variable está dirigida para inversores que son capaces de afrontar mayores riesgos con el objetivo de poder recoger en el futuro mayores ganancias. Arriesgan más, para ganar más.
Los productos financieros que invierten en renta fija se caracterizan por tener unos intereses asociados y una fecha de vencimiento. El emisor de renta fija promete de antemano unas condiciones, como por ejemplo un valor nominal, un precio, un plazo de vencimiento o una rentabilidad, que retribuya a sus inversores (clientes). Así, estos clientes pasan a ser acreedores u obligacionistas de la empresa o el Estado en cuestión.
En cambio, los productos financieros que invierten en renta variable va a depender de la facilidad que tendremos en encontrar un comprador en el mercado. Si una acción tiene poca liquidez quiere decir que si queremos vender tendremos que aceptar un precio menor que si tuviera mayor liquidez. Es decir, invertir en acciones de una compañía va a ir en paralelo con el riesgo: mayor liquidez, menor riesgo y viceversa.
Los impuestos también diferencia a la renta fija de la renta variable. En la renta fija, los intereses generados por los bonos o pagarés suelen tributar como rendimientos del capital mobiliario en el impuesto sobre la renta, y están sujetos a retenciones fiscales. Además, las plusvalías obtenidas por la venta de estos instrumentos pueden tributar de manera distinta dependiendo del tiempo que se mantuvo la inversión. En el caso de la renta variable, las ganancias derivadas de la compraventa de acciones también tributan como plusvalías, pero las ganancias obtenidas a través de dividendos pueden estar sujetas a un tratamiento fiscal diferente, dependiendo de las legislaciones fiscales vigentes y de las características específicas de los dividendos recibidos.
La renta fija y la renta variable responden de manera diferente a la inflación. Los instrumentos de renta fija, especialmente aquellos con rendimientos fijos, pueden verse afectados negativamente por la inflación. Si la inflación aumenta, el poder adquisitivo de los pagos de intereses y del capital al vencimiento puede disminuir, lo que hace que la inversión en renta fija sea menos atractiva en entornos inflacionarios. En contraste, la renta variable tiene un potencial mayor para ofrecer protección contra la inflación, ya que las empresas pueden aumentar sus precios para contrarrestar el impacto de la inflación, lo que podría traducirse en mayores ingresos y, por ende, en un aumento del valor de las acciones y de los dividendos pagados.
Otra diferencia significativa se observa en la posición de los inversores en caso de quiebra de la empresa emisora. Los inversores en renta fija, como tenedores de bonos, tienen prioridad sobre los accionistas en la liquidación de los activos de la empresa. Esto significa que, en caso de quiebra, los inversores en renta fija son los primeros en recibir pagos, aunque no siempre recuperan la totalidad de su inversión. En cambio, los accionistas de renta variable están en la última posición en la jerarquía de pagos. Solo recibirán algún retorno si quedan activos disponibles después de haber pagado todas las deudas de la empresa, lo que conlleva un riesgo mucho mayor de pérdida total en caso de quiebra.
El rendimiento y los riesgos son aspectos fundamentales que distinguen la renta fija de la renta variable
El rendimiento y los riesgos son aspectos fundamentales que distinguen la renta fija de la renta variable. En la renta fija, el rendimiento es generalmente predecible y está acordado desde el inicio de la inversión. Los inversores reciben pagos de intereses regulares y el retorno de su capital al vencimiento del instrumento, lo que reduce significativamente el riesgo, siempre y cuando el emisor cumpla con sus obligaciones. Este tipo de inversión es ideal para quienes buscan estabilidad y un flujo de ingresos constante. Por otro lado, la renta variable ofrece un rendimiento potencialmente mayor, pero con un riesgo considerablemente más alto. Las ganancias no están garantizadas y dependen del desempeño de la empresa en la que se invierte, así como de las fluctuaciones del mercado. Esto significa que, aunque existe la posibilidad de obtener retornos significativos, también es posible experimentar pérdidas sustanciales si las condiciones no son favorables.
El plazo de inversión también difiere notablemente entre la renta fija y la renta variable. Los instrumentos de renta fija suelen tener un plazo definido, que puede ser corto (menos de un año), medio (entre uno y cinco años) o largo plazo (más de cinco años). Durante este tiempo, el inversor sabe exactamente cuándo y cuánto recibirá al final del período, lo que facilita la planificación financiera a largo plazo. Al vencimiento, se devuelve el capital junto con los intereses acordados, proporcionando una mayor previsibilidad. En cambio, la renta variable no tiene un plazo de inversión establecido. Los inversores pueden decidir mantener sus acciones durante el tiempo que consideren adecuado, basándose en sus objetivos financieros y en las condiciones del mercado. Esto ofrece mayor flexibilidad, pero también introduce incertidumbre, ya que el valor de las acciones puede cambiar de manera significativa en cualquier momento, lo que hace que la duración de la inversión sea más incierta y sujeta a la volatilidad del mercado.
El principal riesgo que tiene invertir en productos basados en renta fija es el de impago por parte de la entidad emisora. En principio no debería existir tal riesgo, estamos ante una operación sencilla: comprar renta fija el día de la emisión y esperar hasta la fecha de vencimiento sin sorpresas, siempre y cuando el emisor pague adecuadamente.
Por este motivo prácticamente lo único que tendremos que analizar es el posible peligro de impago o no.
Además, existen otros dos riesgos menores de invertir en renta fija:
Destaca especialmente este tercer riesgo ya que al invertir en bonos éstos no necesariamente se mantienen en cartera hasta el vencimiento. Normalmente, se compran y se venden como las acciones, y esto conlleva un riesgo parecido al de éstas. Pueden caer de precio, dependiendo de factores externos como son los tipos de interés o la evolución de la propia situación económica.
No cabe duda de que se trata de peligros mucho mayores que en renta fija. La expresión ‘renta variable’ hace referencia, básicamente, a las acciones de las empresas que cotizan en bolsa. De ahí la expresión ‘variable’, porque la rentabilidad de la inversión destinada a esta renta puede subir o bajar.
En renta variable, no tenemos asegurado ningún pago programado periódicamente ni tenemos asegurada la devolución de nuestra inversión como sí ocurre con la renta fija. Aquí el precio de nuestra acción va a ir cambiando cada día por multitud de factores externos a la propia acción: factores macroeconómicos, sociales políticos, etc.
Estas ganancias o pérdidas de nuestra inversión van a venir dadas por la entrega de dividendos o por la compraventa en el mercado de las acciones
Cuando decidimos comprar acciones de una compañía, automáticamente nos estamos convirtiendo en una parte de la propiedad de la compañía, con todo lo que esto conlleva: participaremos en la rentabilidad de la compañía, sí, pero también en las pérdidas. Recuerda que estas ganancias o pérdidas de nuestra inversión van a venir dadas por la entrega de dividendos o por la compraventa en el mercado de las acciones.
Ahora que tenemos un poco más claro los riesgos que conlleva invertir en renta fija o en renta variable, toca preguntarse: ¿qué tipo de inversor soy?
Y tú, ¿ya sabes ya donde dirigir tu dinero?