En un entorno laboral cada vez más exigente y regulado, la prevención de riesgos laborales se ha convertido en un eje estratégico para las organizaciones que desean garantizar entornos de trabajo seguros, éticos y sostenibles. Conscientes de este reto, APD y OSALAN inauguraron recientemente un nuevo ciclo de jornadas con un evento centrado en el papel del canal de denuncias como herramienta provechosa para anticipar y gestionar situaciones irregulares que impactan directamente en la seguridad y salud laboral.
La cita, que congregó a más de 150 asistentes en formato híbrido, sirvió para reflexionar sobre su utilidad real más allá del cumplimiento legal.
Tras la apertura por parte Mikel Madariaga, Director de la Zona norte de APD, Mónica de la Rica, Técnica de PRL de OSALAN y coordinadora de estos encuentros durante más de 16 años, se despidió de su rol con un emotivo discurso destacando la importancia de «seguir construyendo cultura preventiva en las empresas desde la formación y el diálogo social».
El encuentro se articuló en torno a una mesa redonda, moderada por Inés Álvarez, Subdirectora Técnica de OSALAN, que contó con la participación de: Ricardo Mínguez, Consejero en Cuatrecasas; Jordi Fernández, Director de Recursos Humanos de Aludium; e Irune Saez de Vicuña, Directora de Personas en RUBI Automotive.
Los tres ponentes partieron de un punto común: la finalidad de la norma es la de proteger a las personas que en un contexto laboral o profesional, detecten infracciones penales o administrativas graves o muy graves, y las comuniquen mediante los mecanismos regulados en la misma.
La finalidad de la norma es la de proteger a las personas que en un contexto laboral o profesional, detecten infracciones penales o administrativas graves o muy graves
Ricardo Mínguez comenzó abordando la Ley 2/2023 que transpone la directiva europea sobre protección de las personas que informen sobre infracciones normativas y de lucha contra la corrupción, enfatizando que «el canal de denuncias, además de ser un buzón en el que se ponen de manifiesto situaciones irregulares, también puede ser una herramienta válida para fortalecer la cultura organizacional».
En este sentido, explicó que el canal -bien implementado-, representa una oportunidad para detectar disfunciones internas, carencias culturales y fallos en los procedimientos, todo ello desde una lógica de mejora continua. Pero para que esa transformación sea real, se necesita algo más que un marco legal: «sin una verdadera cultura de protección, el canal no funcionará».
Esto implica, a su juicio, un compromiso activo de la dirección y una formación transversal que capacite a toda la organización para utilizar el canal como una herramienta positiva, no punitiva.
Jordi Fernández compartió su experiencia real: «Nosotros tenemos un canal de denuncias desde hace años. Se trata de un canal que respeta el anonimato del denunciante, transparente y, sobre todo, bien comunicado y perfectamente integrado en nuestra cultura de empresa«. Aunque admitió que en materia de prevención de riesgos laborales no han recibido denuncias, sí han gestionado reclamaciones sindicales u organizativas a través del canal.
Pero para Fernández «no basta con tenerlo. Hay que hacer un serio esfuerzo por hacer público que tenemos ese canal”. Por eso, en Aludium informan a toda nueva incorporación durante el plan de acogida, y la existencia del canal se refuerza mediante comunicación y formación interna no solo al personal, sino también a proveedores y clientes. Aun así, reconoce que a veces cuesta que la información cale.
El canal puede generar impacto real solo cuando se combina con coherencia institucional
Irune Sáez de Vicuña, resaltó las dificultades prácticas: «A veces, la cultura organizativa es la principal barrera». En Rubi Automotive, comenzaron con protocolos de acoso y evolucionaron hacia un canal único de denuncias integrado con su código de conducta, dentro de una estrategia de salud laboral y ética corporativa.
Tanto Vicuña como el resto de los ponentes defendieron que el canal puede generar impacto real solo cuando se combina con coherencia institucional. Es decir, no puede haber doble discurso: si la empresa promueve su uso pero luego no protege al denunciante o no actúa, no sirve de nada.
Ricardo Mínguez explicó que uno de los principios fundamentales de la normativa es garantizar «una absoluta confidencialidad sobre la identidad del denunciante”. Solo autoridades judiciales o administrativas podrán acceder a esa información en contextos justificados. Además, detalló los tres canales de comunicación de infracciones establecidos en la Ley 2/2023:
Los informantes que utilizan los cauces internos y externos cuentan con un régimen específico de protección frente a las represalias. Se ha de destacar que se permite la comunicación anónima.
A quien realiza una revelación pública, con condiciones, la protección se asienta, entre otras causas, en las garantías y protección que ofrece la opinión pública en su conjunto, amparando a quien muestra una actitud cívica a la hora de advertir ante posibles infracciones penales o administrativas graves o vulneraciones del ordenamiento jurídico que dañan el interés general, así como en la protección de las fuentes que mantienen los periodistas.
El objetivo final, como señaló Mínguez, es que «quien detecte irregularidades no tenga barreras ni miedo para denunciar», insistió.
Uno de los temas más debatidos fue el papel del canal interno de denuncias en la detección de riesgos psicosociales y situaciones de acoso. Durante el coloquio, Inés Álvarez propuso una reflexión clave: ¿Sirve el canal también como herramienta de detección precoz para prevenir casos de acoso y riesgos psicosociales en la empresa?
Mínguez respondió con claridad: «La ley obliga a tener un protocolo frente al acoso, pero muchas veces se queda en el papel. El canal permite que afloren casos que de otra forma quedarían ocultos, pero solo si se garantiza confidencialidad sobre la identidad del denunciante y seguimiento», recordaba.
El canal permite que afloren casos que de otra forma quedarían ocultos, pero solo si se garantiza confidencialidad del denunciante
Vicuña añadió que, en su experiencia, “el canal ha servido como termómetro del clima laboral”, ya que han podido actuar preventivamente en situaciones de estrés organizativo que, sin canal, quizá no se habrían comunicado.
Por su parte, Fernández insistió en la necesidad de formar a quienes gestionan el canal, ya que una denuncia mal atendida puede hacer más daño que no tener canal.
La jornada puso de manifiesto que las denuncias en materia de riesgos laborales tienen cabida prioritaria en los canales internos de denuncia.
Mínguez recordó que las denuncias de infracciones graves o muy graves en prevención son objeto específico de protección del informante. Sin embargo, también aclaró que los conflictos personales no entran en el ámbito de aplicación del canal, salvo que deriven en infracciones laborales o penales como el acoso. Jordi Fernández añadió que disponer de un canal robusto puede ayudar a evitar responsabilidades mayores en ámbitos civil, penal o administrativo. Por su parte, Irune Sáez de Vicuña destacó que el canal también ayuda a ordenar actuaciones en caso de detectar actos inseguros en planta: «Empezamos utilizando el canal para reportar actos inseguros de manera amigable, y fue muy efectivo para reforzar la cultura preventiva”.
Los ponentes coincidieron en la importancia del ejemplo desde la cúpula: «Si la alta dirección no se involucra, el canal pierde legitimidad». Por ello, la formación, la transparencia y la comunicación son ejes esenciales para garantizar un uso eficaz.
Algunas de las conclusiones más relevantes de la jornada fueron:
Desde APD y OSALAN, el mensaje es claro: la prevención de riesgos laborales no debe limitarse a protocolos o auditorías. Debe estar viva en los valores, en los canales de escucha y en el compromiso diario de todas las personas que forman parte de la organización.
Y que el canal de denuncias, además de ser un requisito legal, es un instrumento que puede ayudar a construir entornos laborales más sanos, más éticos y más humanos. Y es que “no se trata de vigilar más, sino de escuchar mejor».
