LA ERA DE LAS FINANZAS SOSTENIBLES
INVERSIONES RENTABLES CON IMPACTO SOCIAL
Los datos hablan por sí mismos: el 62% de los españoles considera que todos los fondos de inversión deberían tener en cuenta la sostenibilidad, y no solo los que están catalogados con esta denominación.
Mientras los criterios ESG están adquiriendo una posición cada vez más importante a la hora de tomar una decisión de inversión, el fenómeno del greenwashing continúa ensombreciendo la validez de esa apuesta por la sostenibilidad.
Y es que, como asegura, Alberto Matellán Pinilla, Economista Jefe de MAPFRE Inversión, «tenemos que ser capaces de crear mecanismos que nos demuestren que la inversión sostenible realmente está provocando un bien en la sociedad».
La entrada en vigor del Reglamento (UE) 2019/2088 sobre la divulgación de información relativa a la sostenibilidad en el sector de los servicios financieros (SFDR) está suponiendo un verdadero punto de inflexión. Pero ¿cómo medir, cuantificar y asegurar que las inversiones socialmente sostenibles son también inversiones rentables?
Durante el año 2020 se ha demostrado de una forma práctica que la ISR se ha comportado mejor que los índices de referencia tradicionales, además de tener menor volatilidad
Analizamos con Matellán la realidad una tipología financiera que en 2018 superó los 30 billones de dólares a nivel global. Y, asegura en esta entrevista el experto en finanzas, «es una tendencia que va a continuar».
En nuestra casa tenemos un lema: invertimos por principios, convencemos por rentabilidad y, en este sentido, la rentabilidad social y la rentabilidad financiera son perfectamente compatibles. En el área de inversión, tenemos un mandato del consejo de administración de aplicar los criterios ESG a todo el balance del grupo, que actualmente supera los 55.000 millones de euros.
El proceso, al tratarse de semejante volumen, es complejo y tenemos que ir poco a poco. Por el momento, los resultados están siendo muy positivos. Por ejemplo, tenemos una red comercial muy extensa y lo que nos transmiten nuestros compañeros que están en las más de 3.000 oficinas con las que contamos es que los clientes tienen un profundo desconocimiento de la inversión social y de impacto pero que, cuando se le explica bien lo qué es, se implica rápidamente y muestra muchas ganas de invertir en nuestros productos con criterios ESG. Por eso nos implicamos en toda la cadena de valor, desde las metodologías hasta la educación del cliente.
Me gustaría pensar que es un cambio de mentalidad; nosotros así lo concebimos e, independientemente de la regulación que acaba de entrar en vigor y que, sin duda, supone el camino hacia la dirección correcta, empezamos ya a trabajar en ello en 2017, cuando decidimos adquirir el 25% del capital de nuestros socios franceses, La Financière Responsable (LFR).
Desde entonces, hemos avanzado mucho, no sólo con el lanzamiento de varios fondos temáticos que hacen referencia a las tres siglas, es decir, tanto a temas medioambientales, sociales o de gobernanza, sino trasladando esta filosofía a toda la gama de fondos tradicionales, tanto líquidos como ilíquidos, y al resto del balance del Grupo.
Además de ese cambio de mentalidad o concienciación social, que se conjuga evidentemente con una mayor presión de la opinión pública, se ha gestado ya una regulación que va a ser clave. Para mí, es importante que ésta apoye, pero es importante que ese apoyo llegue mediante incentivos. Por ejemplo, veo fundamental la creación de un sello europeo, principalmente para empresas como MAPFRE que pretenden comercializar sus productos en todos los países en los que operamos.
Se trata de tener en cuenta los aspectos no financieros de la inversión. Sin renunciar a la rentabilidad, la inversión evalúa y persigue bienes sociales, y al mismo tiempo trata de evitar las externalidades negativas. De hecho, es una forma mucho más pura de invertir, en tanto que exige un conocimiento más profundo del activo que compro o de la empresa en la que invierto.
Un caso particular es la inversión de impacto: aquella que busca intencionadamente un beneficio directo en la sociedad a través de diferentes tipos de proyectos. Y no estamos hablando de filantropía porque no se trata de realizar donaciones. Con esto quiero decir que, más allá de la inversión sostenible, tenemos que ser capaces de crear mecanismos que nos demuestren que esa inversión realmente está provocando un bien en la sociedad. Con este objetivo, llevamos años trabajando con la Universidad de Siena, que nos ayuda con estos análisis.
Con el auge de la inversión socialmente responsable ha crecido a la vez un fenómeno no deseado, el greenwashing. De ahí que es importante que el inversor sea consciente del activo en el que realmente está destinado su dinero. Precisamente, el nuevo Reglamento sobre Divulgación de Finanzas Sostenibles (SFDR), supone un cambio importante en materia de transparencia y mejora la accesibilidad de los inversores que quieren invertir en estos activos ESG.
En nuestro caso, no sólo contamos con fuentes externas reconocidas por el mercado. Como dije anteriormente, adquirimos el 25% de LFR a finales de 2017 porque vimos un gran valor en esta firma: una metodología propia para aplicar esos criterios ESG y seleccionar los valores que formarán parte de la cartera a partir de un cuestionario con 140 variables y un universo de 650 valores cotizados. En este cuestionario se incluye información pública y privada, lo chequeamos con los directores de relaciones con inversores, directores financieros y responsables de RRHH. Además, el equipo de análisis está en contacto permanente con las empresas analizadas para asegurarse de que interpretan correctamente la información.
De este modo, el conocimiento de las empresas en las que invertimos y sus grupos de interés es máximo. Además, recientemente nos han otorgado el ISR Label, uno de los sellos más prestigiosos de Europa, que nos ayuda a darle todavía más credibilidad a esta metodología en el mercado. Lo emite el ministerio de Finanzas francés tras una auditoría muy dura. Somos la única entidad española que lo ha conseguido por el momento.
En este terreno estamos avanzando mucho. En el ámbito institucional, lo inversores son perfectamente conscientes y son capaces de identificar la inversión socialmente responsable. Quizá donde tenemos que mejorar es en hacerles llegar esa información a los pequeños inversores. Nosotros, por ejemplo, hemos creado el Observatorio de Finanzas Sostenibles con el propósito de que se convierta en un foro de instituciones académicas con el que pretendemos impulsar el desarrollo de instrumentos financieros, seguros y pensiones, que cumplan con criterios de inversión socialmente responsable.
En concreto, nos centramos en varias líneas de investigación y divulgación llevadas a cabo con instituciones tanto nacionales como internacionales de reconocido prestigio: impacto en los ODS de la inversión y el negocio asegurador; focalización en ámbito ESG, con especial atención en aspectos sociales; previsión social empresarial como elemento de las finanzas sostenibles; y la inversión sostenible para inversores minoristas.
Eso depende del concepto de materialidad. Es decir, cómo las empresas gestionan las cuestiones de sostenibilidad de manera que, además, resulte beneficioso para su negocio. Ese concepto es una de las claves de nuestro análisis, y por tanto ayuda a que haya una rentabilidad superior. Precisamente, los estudios académicos demuestran que la inversión mediante una valoración ESG genérica no supone una diferencia muy grande respecto a otras alternativas. Pero también dejan claro que cuando se profundiza en ese análisis, la diferencia es muy favorable.
Durante el año 2020 se ha demostrado de una forma práctica que la ISR se ha comportado mejor que los índices de referencia tradicionales, además de tener menor volatilidad. Por eso creo que es una tendencia que va a continuar.