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Los riesgos del apalancamiento financiero revelados por la crisis del COVID-19

El apalancamiento financiero puede convertirse en un nuevo riesgo para las economías globales. Cada nueva crisis parece poner en jaque a todo el sector bancario y a los mercados. La actual provocada por la COVID-19 es una de las más importantes de todas las que se pueden recordar en las últimas décadas.

El caos financiero generado por la COVID-19

Lo imprevisto suele ser la peor noticia para los mercados y los inversores. Cuando las crisis se van desenvolviendo poco a poco, los profesionales del sector pueden tomar medidas y crear mecanismos de defensa.

No sucede así cuando la caída de valores o la pérdida de inversión proviene de algo tan espontáneo e imprevisible como fue la aparición de la COVID-19 en todos los mercados mundiales.

El verdadero caos se produjo entre la última semana de febrero y las dos primeras de marzo del presente año. En esos días, los mercados bursátiles de todo el mundo registraron caídas que alcanzaron los dos dígitos en las principales bolsas del mundo.

Es más, el 9 de marzo pasó a ser otro lunes negro como el que se vivió en la anterior crisis financiera de 2008. En este sentido, las caídas se llevaron por delante a muchos pequeños inversores.

El resultado de todo ello fue un caos financiero que aún perdura y que no tiene pinta de remitir en los próximos meses. Ante este panorama, no fueron pocos los inversores que comenzaron a practicar el apalancamiento, un recurso bien conocido en economía que no está ni mucho menos exento de riesgos.

Riesgos del apalancamiento financiero

Riesgos del apalancamiento financiero

El apalancamiento financiero es la simple relación entre el capital propio invertido y el obtenido a través de créditos en un proyecto. A mayor cantidad de dinero procedente de préstamos, mayor apalancamiento.

Es decir, lo que se esconde tras el apalancamiento es un endeudamiento con todas las de la ley. El inversor afronta los periodos de riesgos con la única salva de sus propios ahorros, los cuales decide no invertir y acumular como colchón ante posibles imprevistos.

Pero siempre existe el riesgo de que ese capital propio sea minúsculo en relación con la deuda contraída. Esto no es algo que afecte solo a las pequeñas empresas. Al contrario, es incluso importante tener en cuenta que son las compañías de mayor tamaño las que ejercen el apalancamiento de una forma más desbocada.

Incluso los Estados de todo el mundo pueden verse envueltos en esta dinámica. La venta de deuda pública es uno de los mecanismos con los que cuentan para financiarse en los mercados.

La situación que se creó con la COVID-19 tiene varios puntos a tener en cuenta para el análisis. Como declara el último informe GFSR del FMI, aspectos como la caída en picado del valor de las acciones, el aumento del precio de los productos de crédito y el bajo precio del petróleo son condicionantes que preocupan. Y más si se unen a la incertidumbre generada por el coronavirus.

El peligro, que ahora se acerca a los mercados financieros, es el mismo que vivieron las entidades bancarias en la anterior crisis. No hace falta recordar mucho para saber que se trata de rescates que, a su vez, aumentan la deuda de los Estados que tienen que hacer frente a estos mecanismos de control.

Aún hoy, los bancos forman uno de los sectores con mayor nivel de apalancamiento. Lo que cambia ante la situación de 2008 es el riesgo que ahora tienen los mercados de inversiones. Si en la anterior crisis solo se vieron afectados los bancos, puede que en la actual el peligro se extienda al sector de la inversión.

El papel de las economías emergentes

Para los expertos, algunos de los países que tienen un mayor riesgo de tener problemas derivados del apalancamiento son los denominados emergentes.

Estas economías han optado por usar bonos en moneda local para financiarse. Sin embargo, los precios de estos productos fueron los que cayeron con mayor fuerza en cuanto la COVID-19 hizo su aparición en el mundo.

La caída de precios llevó a una reducción también de las tasas de cambio. Esta situación alejó consecuentemente a los inversionistas extranjeros, los cuales dejaron de ver una opción interesante de negocio en todo ello.

Así, las economías emergentes pueden ser las primeras en advertir cómo los inversores están desarrollando una estrategia de apalancamiento que les impida seguir con su camino por la falta de inversiones en sus bonos locales.

Por tanto, los mercados de capitales son una de las piezas más complejas en el entramado económico mundial. Hay pocas dudas sobre que la COVID-19 ha repercutido ya en su dinámica interna. La situación los pone en un riesgo parecido al de los bancos en la anterior crisis: el rescate.

En definitiva, el problema es que el apalancamiento financiero puede terminar por dañar también a los Estados y al resto del tejido económico mundial. Algo que, sin duda, conllevará graves consecuencias.

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