Medir el rendimiento en el trabajo siempre ha sido un quebradero de cabeza para cualquier empresa. ¿Cómo determinar si un empleado es rentable y productivo? ¿Basta con fijarse en los resultados directos en términos de rentabilidad? ¿Debemos ponderar también su impacto en la estrategia global?
En la época actual, además, estas cuestiones cobran incluso más relevancia: el 56 % de los trabajadores españoles ha experimentado alteraciones físicas o emocionales a raíz de la pandemia. Un dato especialmente preocupante si tenemos en cuenta el impacto directo que el estrés puede tener en su rendimiento.
Pero, ¿qué es exactamente el rendimiento laboral? De una manera genérica, podríamos establecer una primera aproximación: se trata de todas las acciones llevadas a cabo por un trabajador y que tienen un impacto positivo en los resultados a corto, medio y largo plazo dentro de una empresa.
Sin embargo, hay un factor que también es indispensable a la hora de hablar de rendimiento laboral: debe ser observable, medible y ponderable. Es decir, que no basta con determinar cuáles son las tareas de un empleado. También es necesario poder conocer aspectos como en cuánto tiempo las lleva a cabo o la calidad final de su producción.
Para complicarlo aún más, a la hora de medir el rendimiento en el trabajo también hace falta contemplar otras variables coadyuvantes como el nivel de conciliación que precisa un empleado, la adaptación al clima laboral o su falta de especialización para un puesto concreto.
Todas ellas influyen en el desempeño de sus funciones, por lo que es aconsejable llevar un control y seguimiento de las mismas. Por ejemplo, establecer un número de horas de teletrabajo semanales o un ‘welcome pack’ a modo de bienvenida y aterrizaje en la empresa puede tener un efecto realmente positivo en el rendimiento posterior.
En cualquier caso, medir el rendimiento en el trabajo no es nada sencillo. Por un lado, porque solo un departamento de RR. HH. o similar (ajeno al área) puede medir con imparcialidad y precisión el desempeño individual. Aunque, evidentemente, la evaluación del supervisor directo siempre tendrá un gran impacto.
En segundo lugar, porque no se puede medir el rendimiento constantemente. Por eso, la mayoría de las empresas utiliza varios períodos de ‘reporting’, dependiendo del nivel de detalle: semanal, mensual o anual. Y, en la mayoría de los casos, con las mismas técnicas:
Adicionalmente, existen otras técnicas más o menos extendidas, como el método de la descripción (monitorizado desde RR.HH.) o el método de la medición responsable (directamente tutelado por el supervisor directo).
Lo que todos estos métodos suelen tener en común es lo que miden. O, en términos empresariales, los KPIs de los cuales hacen seguimiento.
Pero, ¿por qué es importante evaluar el rendimiento de un trabajador? En primer lugar, para determinar si cumple o no con los estándares de productividad esperables. Por otro lado, para comprender las áreas de mejora e implementar contramedidas para mejorar su motivación: la formación interna y los programas de incentivos han demostrado ser métodos eficaces para optimizar el rendimiento de la plantilla.
Además, comprender la situación contextual de un empleado permite elaborar correcciones en tiempo real en la organización: desde su posible reubicación en puestos más adecuados a su perfil hasta optimizar la coordinación de procesos o resolver cualquier problema que afecte a la productividad general de la empresa.